Opinión

Va de delirios

SIEMPRE SE dijo, a río revuelto, ganancia de pescadores. Pero más que posibilitar buenas capturas, lo que sí acredita el proverbio es que los alborotos reportan beneficios a quienes hacen uso del parrandeo para alimentar el caos, el que aviva martingalas tendentes a asumir el desorden para atarse los machos, consolidar engañifas y señuelos, artificios imposibles en un deseable escenario de orden y concierto. Es ni más ni menos lo que descalifica al Gobierno, dividido, serpenteante entre dos fuegos y con munición cruzada, irradiada de cualquiera de los flancos. Pero del revoltijo se aprovecha, como ya se presumía desde el origen, Pablo Iglesias, que es realmente quien mueve los hilos, con la complacencia de un desnortado y abatido Sánchez, que prefiere arrimar el ascua a sus ‘enemigos’ podemitas, sostenes de su idolatría, antes que defender a los ministros de su cuerda, cuyos pataleos y humillaciones se desarman y desvanecen en medio del guirigay. Iglesias ve ante sí el horizonte despejado y propicio para atornillar sus tentaciones bolivarianas, que son varias, la última, apuntalar la censura en los medios de información, que es uno de sus delirios más codiciados. El caldo de cultivo nunca le fue tan favorable como ahora para alcanzar la chifladura chavista. Y lo disfruta.

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