Opinión

Encima de burros...

H ace unos días, de un modo casual, al contactar estrepitosamente con las noticias del día (a veces no hay otra forma de hacer tal cosa) los españoles nos quedamos estupefactos. Cierto que se trata de un estado que experimentamos a menuo, puesto que la vida de un español es, básicamente, estupefacción; pero en este caso tuvimos que coger aire antes de plantar cara al destino. Cuando recobramos el aliento, se nos agolpó en la boca un exhabrupto. Uno pequeño y vulgar, casi desemantizado de tanto que pasa de mano en mano. Uno que mienta a las meretrices y a su descendencia, o más bien a la descendencia de las meretrices. Esas a las que Dolors Montserrat dice que el PSOE tiene desconcertadas, qué cosas.

Resulta que el Tribunal Supremo se ha dado cuenta ahora, como quien nota la pernera del pantalón mojada y repara en que ha puesto el pie dentro de un charco, que los de infantería estábamos pagándole a los bancos un impuesto que les correspondía a ellos. Encima de burros, apaleados, hasta aquí todo iba según guión. Se trataba concretamente del impuesto de actos jurídicos y documentados que hay que abonar cada vez que se firma una escritura de préstamo hipotecario. Y todo apuntaba a que íbamos a ser librados de aquella carga, aunque al precio de saber que nos habían estado tomado el pelo una vez más y los mismos de siempre.

Pero en menos de 24 horas los señores del Supremo dicen que de lo dicho nada, que se lo tienen que pensar. Debió ser un arrebato de impulsividad o es que método de gobierno del PSOE ("un pasito palante, María, un pasito patrás") se ha contagiado a las altas esferas judiciales.

Tal vez la caída en barrena de los bancos en los índices de Bolsa haya tenido algo que ver. Igual algunos peces gordos se pusieron nerviosos y sacaron a pasear sus iphones de última generación y su mala milk. No sé, es un suponer. Por suponer no pasa nada. Ya que no se puede hacer otra cosa, dejen que supongamos. Luego nos dirán que estamos suponiendo por encima de nuestras posibilidades, como siempre.

El presidente de la sala que dictó la resolución emitió una nota pública en la que explicaba la marcha atrás ante "la enorme repercusión económica y social" de la sentencia notificada. Claro que tiene una tremenda repercusión para los pringados que hemos estado abonando un impuesto que no nos correspondía (y que podemos reclamar, al menos en lo que respecta a los últimos cuatro años). Pero entre la repercusión económica para la plebe y la repercusión económica para los peces gordos... hombre, por favor. Nosotros movemos calderilla y ellos encienden los puros con billetes de millón (decía Sabina de Juan March).

Y ahora estamos así, en un sinvivir, pendientes de lo que decidan las altas esferas judiciales. No solamente somos los paganini de siempre sino también las víctimas de los amagos. "Fan de nós un pandeiro" dice la sabiduría popular. No hay quien nos defienda, más bien al contrario. Fíjense como titulaba cierto periódico gallego (de la competencia, claro) ante la decisión del gobierno de subir el sueldo mínimo: "Cada empleado con salario mínimo les costará a las empresas 2.800 euros más". Esta era la gran preocupación, no cómo sacar adelante una familia con 900 euros al mes, sino el coste que supondría para el empresario. Un titular digno de un becario del Banco Central o de un chupatintas de la CEOE o de un infiltrado del FMI.

Hay quien se piensa que los países los sostienen las grandes empresas, pero no es verdad. El tejido empresarial se queda en una mierda pinchada en un palo si no existen dos tipos de colectivos bien estructurados: uno de trabajadores y otro de consumidores. El objetivo final de las grandes empresas no es crear puestos de trabajo sino ganar dinero. Los puestos de trabajo son un mal menor que solo les produce dolores de cabeza y que mantienen siempre al mínimo coste posible. No sé por qué estoy poniendo tantas obviedades una detrás de otra. Ah, sí, es por si las leen los redactores de titulares de cierta prensa. Es por lo que cabrea ver como quedan los paraguas de tanta orina que trae la lluvia.

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