Opinión

Esperando al verano

YA HA llegado el verano pero todavía no hay ni rastro de él. Vale, hace unos días salió el sol un rato y algunos se fueron hasta la playa para compartir su sorpresa con otros que van hasta allí cada día, esperando acertar el menos pensado. La climatología es una de las ramas de la geografía que estudia el clima y sus variaciones a lo largo del tiempo. Esto es algo que todos ustedes sabían y ayuda a confirmar que no son unos completos ignorantes, como otros. Siempre viene bien una pizca de refuerzo positivo. Si todos hubiésemos tenido el suficiente refuerzo positivo desde nuestra más tierna infancia, nuestra autoestima hubiese crecido como la espuma (como la espuma que crece, no como la espuma del mar, por ejemplo) y ahora podríamos ser líderes de partidos políticos que fracasan estrepitosamente y hacer como que no, como que somos insustituibles y tal. No estoy pensando en Albert Rivera, Pablo Casado o Pablo Iglesias, por ejemplo, porque no han fracasado. Al menos no estrepitosamente. Bueno, sí, estaba pensando en ellos, qué pasa.

Hablábamos del clima, no me cambien de tema. Últimamente (y esto quiere decir desde hace unos cuantos años) cada vez que las expectativas estacionales no siguen el patrón de costumbre, lo primero que oímos es que se debe al cambio climático. Si llueve en Junio, o hace calor en Noviembre, aunque haya llovido en Junio y hecho calor en Noviembre en muchas otras ocasiones, se le achaca al cambio climático. Ojo, uno no es un negacionista de este asunto (que no estoy a la altura del primo de Mariano Rajoy, una de las grandes autoridades mundiales sobre el tema) ni seguidor de las tesis de Donald Trump (ni de las tesis, ni de las no tesis). Uno solo constata que es bueno tener un chivo expiatorio para cuando algo no cuadra. O igual no es bueno, pero es algo que se suele hacer. Nuestra tendencia a acudir a lugares comunes, como si la vida ocurriese en el interior de un ascensor, es indesmayable. A veces parecemos el futbolista de turno delante de un micro al terminar un partido: "El balón no quiso entrar", "unas veces se gana y otras se pierde", "el árbitro no estuvo fino". Es lo que se llama "echar balones fuera". O sea, que hacen lo contrario de lo que han estado haciendo durante noventa minutos.

Cuando observamos el tiempo nos convertimos en una especie de augures de todo a cien. Abrimos la aplicación del móvil, echamos un vistazo e informamos a la concurrencia de que va a llover durante los próximos tres días. Eso si no nos corrige alguien que tiene otra aplicación distinta en su terminal, que le informa de todo lo contrario.

Lo cierto es que hemos cambiado el calendario zaragozano (recuerdo que mi abuelo materno lo compraba cada año) por una mierda de app que falla más que una escopeta de feria. El calendario zaragozano se edita desde 1840 y solo por eso se mea en todas las apps del mundo mundial. Sus predicciones meteorógicas para todo un año vienen con el siguiente subtítulo: "Juicio Universal meteorológico, calendario con los pronósticos del tiempo, santoral completo y ferias y mercados de España". A ver si un programita de ordenador puede superar esto. A ver. A ningún programador de programitas metereológicos para móviles le da la mollera para construir una frase tan larga y épica.

Nuestros mayores solo tenían que echar una ojeada al cielo a la caída de la tarde para predecir el tiempo de las siguientes veinticuatro o cuarenta y dos horas, y la fiabilidad de su pronóstico era extraordinaria. Sabían leer el cielo, interpretar los vientos, sacar conclusiones de los cambios de temperatura. Sabían cuando tenían que sembrar, cuando debían podar, cuál era el mejor momento para recoger el fruto. Hoy no sabemos una mierda. Nuestro desconcierto ante una variación del tipo de tiempo atmosférico que esperamos en cada momento nos conduce a balbucear torpemente una frase achacando nuestra sorpresa (o sea, nuestra ignorancia) al cambio climático.

Es evidente que nos estamos cargando el planeta y el clima es una parte importante del problema, pero lo es también que nuestra capacidad para interpretar las señales de los tiempos, las materiales y las inmateriales, se deteriora al mismo ritmo que nuestra dependencia de otros actores que las interpreten por nosotros. Pasen buen verano.

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