Opinión

Fama y fortuna

HAY GENTE que logra en el transcurso de su vida lo que otros no conseguiríamos ni en seis o siete, juntándolas. Hablamos de fama y fortuna, claro, que es lo que el ser humano suele perseguir con ahínco en clara demostración de su proverbial carencia de criterio. Lo que ocurre es que no nos vamos a poner ahora en plan Paulo Coelho, una porque no sabríamos como hacerlo y otra porque es imposible: Paulo Coelho solo hay uno, por suerte o por desgracia.

Fama y fortuna, por otro lado, pueden servir perfectamente para hacer retratar la ambición del homo sapiens y concluir que es un ser menos racional de lo que estaría dispuesto a reconocer. 

Generalmente, en la procura de ambas, se apunta primero a la segunda, a sabiendas de que la consecución de fortuna traerá aparejada la de la fama, que será mayor cuanto mayor sea esa fortuna.

Por cierto, que hablando de fama, nos referimos a la buena. La mala fama es muy fácil de obtener, no es necesario esforzarse demasiado y, en casos extremos, no hay que hacer nada en absoluto: solo dejar que transcurra la vida, tener mala suerte y muchos vecinos.

Dice un viejo refrán (los refranes tienen todos fama de viejos) que la (buena) fama invita a la relajación. Que se puede vivir de rentas, vaya, en lo relativo a la fama. Tenemos una gran predisposición a etiquetar a nuestros semejantes y en cambio nos cuesta mucho actualizar esas etiquetas. Por eso la historia social ha evolucionado hasta lo que tenemos ahora: somos gestores de nuestra propia imagen a través de facebook, twitter, instagram... y nuestra meta es lograr que nos consideren como gente que mola. Antes había que esforzarse en crear imagen de marca cuando eras productor, distribuidor o vendedor de determinados bienes; ahora tú eres la mercancía a vender y más te vale que te espabiles para transmitir una buena imagen de ti mismo. Hasta para apuntarte a un servicio de mensajería aparentemente tan neutro como whatsapp te ofrecen identificarte con una imagen y una breve frase, que inmediatamente, forjarán un imagen de quien eres o quien pretendes ser.

También puedes optar por volver la espalda a las redes sociales. Inmediatamente pasarás a ser un don nadie, un renegado de la actualidad, una especie de hippie posmoderno con escasas aspiraciones sociales.

La imagen se ha vuelto tan importante que se producen situaciones realmente surrealistas. Como aquel ciudadano holandés sesentón que exigía a las autoridades que le certificasen 20 años menos de los que tenía pues de otro modo no conseguía ligar por internet. A ver. Es muy fácil criticar, pero hay que ponerse en el lugar de este hombre. Bueno, mejor no. Pero por los menos intentar comprender su desesperación y su falta de fósforo. Recordemos que este mineral forma parte de la composición de la mielina, una sustancia que recubre los nervios y que es esencial para la correcta trasnmisión del impulso nervioso.

Fama y fortuna sonríen al ser humano, que solo es polvo en el viento (según cantaba Kansas) solo por un instante. Algunos consiguen prolongar ese instante a fuerza de grandes esfuerzos y a base de sinsabores consiguen saborear el éxito hasta el final de sus días para que luego sus herederos dilapiden lo que tanto les ha costado lograr, primero la fama y luego la fortuna. La fama es muy fácil dilapidarla, fíjense en el rey emérito que pasó de campechano a quinqui en unos pocos años, un par de cacerías y cuatro chismes. Fíjense en Urdangarín. Bueno, en este no se fijen tampoco mucho, que está donde debían estar otros.

Despilfarrar la fortuna también resulta sencillo, sobre todo si no te ha costado ganarla. Lo que ocurre es que normalmente es algo que
se hace con alegría, con una sonrisa en los labios. La boca se te va cerrando cuando te das cuenta de que no generas dinero con la misma
velocidad con la que lo estás gastando, pero es que ya estás embalado, ya no puedes dejar de gastar, cada acto, aunque sea reflejo, supone un desembolso de varios miles. Se le llama gastar a tumba abierta, que es adonde vas a parar, más pobre que las ratas. Con suerte, antes del duro aterrizaje, te llaman para Gran Hermano Vip y consigues estirar un poco la agonía. Rascas algo de metálico y la
fama es de mercadillo... ¿quién te manda ir tras fama y fortuna?

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