"Pido que confíen en mí". Esto dijo Leonor de Borbón tras jurar la Constitución, el día de su décimo octavo cumpleños (de regalo, una corona, o un cupón para una corona). ¿Por qué pide confianza? ¿Es que el pueblo español desconfía de los Borbones? Y a todos nos viene a la mente el rey llamado Emérito, que acudió casi de estranjis a la cena, visto y no visto, y su escandalosa manera de sabotear esa confianza en esa Corona, como queriendo "cambiar el sistema desde adentro" que diría Leonard Cohen.
Pero se trataba de Leonor. Aunque era mucho más franca y feliz la sonrisa de su hermana Sofía: todo privilegios, obligaciones mínimas. Una vida regalada y poca factura que pagar. En los ojos de Leonor se advertía esa ligera sombra del peso de la púrpura y sus hombros ya hacían hueco para lo que se le viene encima. No solo las obligaciones propias de su rango, sino la oposición de la gente con sentido común (o sea, los republicanos).
La principal tarea de un monarca español en los tiempos que corren es la de ejercer como trabazón química y mecánica entre las distintas nacionalidades que conforma el Estado español. O sea, servir de pegamento. Es una función más simbólica que real, como corresponde a un trabajo más simbólico que real.
El rey Felipe le dijo que no estaría sola, que tendría el apoyo de su familia. A lo mejor estaba pensando en como él tuvo que hacerle la pirula a su propio padre y de como este se la hizo en su día al suyo. Una familia muy de si te he visto no me acuerdo. Leonor, por su parte, prometió servir "en todo momento con respeto y lealtad". Le faltaba añadir "y no mirar solamente por mi propio culo, como otros". Hay cosas que no se dicen porque ya están resonando a gritos, por mucho que algunos en Sanxenxo hagan como que no se enteran.
Y ahora espérense ustedes a lo que nos espera con respecto al estado civil de la princesa. Se abre la veda: todo bicho viviente que intercambie un saludo, una mirada, un gesto, media palabra, con nuestra Leonor, será objeto del más intenso de los escrutinios y observacióon mediante microscopio. En primer lugar por sus propios padres, que ya sufrieron en sus carnes la experiencia, y después por todos los medios de comunicación y todos los ociosos y ociosas de un país lleno de ellos. Felipe y Letizia tendrán en la punta de la lengua el "no me gusta para ti" que populariza Antonio Recio en La que se avecina y viviremos en un sinvivir hasta que se haga oficial el noviazgo.
Y mejor dejarlo aquí, que lo que sea sonará y esperemos que la melodía sea agradable, por el bien de todos.