Opinión

Los formales y el frío

LO MÁS bonito del invierno es el frío. Con diferencia. La lluvia, que es lo más de lo más, por encima del frío, la tienes durante todo el año. O al menos la tenías. Sin embargo el frío llega cuando tiene que llegar, cuando más lo necesitan los recién enamorados, que se arriman (aún más) para celebrarlo o el castañero de la Herrería, que evitar asarse pegado a la locomotora-brasero.

El frío trae recuerdos de gorros infantiles de lana rematados por un pompón blanco y guantes a juego también de lana. Y el cuerpo recientemente estrenado, también como de lana, parapetado tras abrigos que lo acartonaban y volvían robóticos tus andares de un lado a otro de las callejuelas pontevedresas en aquella época en la que te jugabas la vida continuamente delante de los coches. Cuando nuestros padres nos arrastraban a aquellas aceras minúsculas que teníamos, unas aceras más propias de Liliput que de una capital de provincia y que dejaron tan marcados a los pontevedreses que en cuanto se pudo nos pusimos a transformarlas en campos de fútbol.

La realidad es que el frío es un elemento indispensable para mucha gente, pensemos en los fabricantes de helados o en los vendedores de trineos, cosas que no tienen mucho que ver entre sí aunque nunca se sabe. También para los poetas, que tienen que ver con todo, el frío resulta un asunto de vital importancia. Antiguamente, como no ganaban un duro, le tenían pánico y solían huir a parajes más cálidos cuando el frío asomaba. Ahora aún ganan menos que antes, pero existen Cáritas, Calor y Café y el comedor de San Francisco. Con todo, siguen torciendo el gesto cuando el termómetro se encoge. Ese gran poeta que fue el uruguayo Mario Benedetti escribió un célebre poema que comienza: "Quién iba a prever que el amor, ese informal /se dedicara a ellos tan formales" en plan García Márquez con Crónica de una muerte anunciada: revelando el final al comienzo. Efectivamente, el poema de Benedetti relata en tercera persona la historia de un enamoramiento. Con su habitual mezcla de precisión y lirismo, el autor narra cómo la pareja, atrapada en un amor verdadero, tantea el terreno con la formalidad con que son descritos en el título: el tiempo, la política, la cultura, son sus temas de conversación. ¿Y qué pinta el frío? Espérense un poco, hombre. Tras almorzar juntos, quedan para ir por la noche al teatro. Y al salir les está esperando el frío, para acelerar el proceso. Como ella iba en sandalias y sin medias, "tuvieron que meterse en un boliche". Como está claro que un boliche es un bar, digamos que al salir el le acompañó a su casa "la de ella" y ella le preparó un café porque "ya el frío estaba en sus labios, los de él". Luego pasó lo que pasó, efectivamente. Pero, ¿habría pasado sin el frío? Volvamos al título: el frío hizo de alcahuete porque el frío es más servicial de lo que aparenta. Tiene muy mala prensa y no le vendría mal un buen gabinete de comunicación. Gente como Benedetti, dispuesta a destacar sus incontables contribuciones a la felicidad humana.

Manolo Tena, es sus primeros tiempos con el grupo Alarma, escribió Frío, un poema disfrazado de letra de canción: "El reloj de la suerte marca la profecía. / Deseo, angustia, sangre y desamor. / Mi vida llena y mi alma vacía. /Yo soy el público y el único actor". Y luego: "soy un extraño en el paraíso / soy un juguete de la desilusión / estoy ardiendo y siento frío". Ya ven lo hermoso que puede resultar el frío y lo que sobre él se dice.

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