SUCEDE CADA dos veranos, cuando Messi se sube a un avión, cruza el Atlántico y el balón se lanza a los brazos de Iniesta. Entonces el fútbol se convierte en un deporte parecido al que sueñan los niños. Algo tan lindo que dan ganas de insultar a los otros 21 que garabatean jugadas por el campo. No le ha ido mal a Iniesta al lado de Messi, ni a Messi al lado de Iniesta, pero viendo las maravillas del manchego en eurocopas y mundiales siempre quedará la duda de qué sería capaz este tipo de blanquecina piel si no se hubiese cruzado con el argentino. La suerte para el Barça es que ha sabido aceptar su rol en el equipo, dejando que la mayoría de las veces los focos apunten a otros. La suerte para España es que cada vez que se viste de rojo no le importa que los focos se centren en él. La suerte para todos llega cada vez que Iniesta coge el balón.
