Opinión

¿Qué necesidad tenías, Johan?

EN UNO de sus primeros entrenamientos en el Barcelona, un jugador se acercó a Johan Cruyff y le preguntó: "Míster, ¿cómo defendemos los córners?" y el holandés respondió con su particular castellano. "A mí qué me dices... pregúntale a Zubi, que es el portero y el principal interesado en que no nos metan goles".

Suele pasar. La genialidad está tan a la vista que solo unos pocos son capaces de verla. Gente tocada con una varita desde su nacimiento. Gente que deja un halo a su paso. Gente de la que se hablará muchos años después de su paso por las portadas. Gente como Johan Cruyff.

Al fin y al cabo, el mérito de Johan Cruyff fue ser Johan Cruyff. Nada más. Jugaba al fútbol como los ángeles por inspiración divina, no era amigo de los entrenamientos y su complemento vitáminico era un pitillito en el descanso de los partidos. Como entrenador lo único que hizo fue aplicar su manera de ver el juego a un equipo, eso sí, hecho a su medida, con jugadores a los que veía afines a su idea. Como Michael Laudrup, malgastado en el Juventus y brillante como nadie en el Barcelona. ¿Cómo es posible que nadie se diera cuenta de su potencial? Si estaba ahí delante. ¿Lo ven? Solo unos pocos son capaces de ver una idea brillante cuando están tan a la vista.

Cruyff hizo toda la vida lo que le dio la gana. Por eso ni el madridismo lo odiaba. Y mira que lo intentaba. Pero es que a un tipo así lo único que puedes hacer es envidiarlo. Lideró el equipo que cambió la historia del fútbol, el Ajax de Amsterdam de principio de los 70. Y también lo que fue su prolongación a nivel de selecciones, la Holanda del Mundial 74. Curioso caso. Alemania levantó la Copa, pero el Mundial 74 siempre será el de Holanda. Del 74 al 78 cambió la historia del Barcelona. Solo ganó una Liga y una Copa, pero dejó su firma para siempre. Renunció a jugar el Mundial 78 (sabiendo que sería el último para él) porque en Argentina mandaba una junta militar después de un golpe de Estado. Se marchó al fútbol de Estados Unidos, jugó unos partidos con el Levante en Segunda y regresó al Ajax en el ocaso de su carrera. Al acabar la temporada el presidente del club dijo que Cruyff ya no estaba para la Primera División. Al año siguiente se marchó al Feyenoord, el gran rival del Ajax, y ganó la Liga. Así se retiró, rompiendo los cristales de su propia casa de un balonazo.

Pese a la gamberrada, el Ajax le abrió las puertas del banquillo, donde estuvo desde 1985 hasta 1988 y ganó dos Copas de Holanda y una Recopa de Europa. Pero fue en el Barcelona donde hizo historia. Pasó ocho años, desde 1988 hasta 1996, y en las vitrinas dejó cuatro ligas, una Recopa y la ansiada Copa de Europa... pero eso es lo de menos. Lo que dejó fueron las bases de un estilo que ahora mismo, con Messi al frente, se ha convertido en el paradigma del fútbol mundial, un modelo que todo el mundo imita y que, mira tú, estaba ahí delante.

Johan Cruyff fue solo Johan Cruyff, un tipo que llegó a España en el ocaso del franquismo con pintas de beatle, que en el campo era jugador, entrenador y árbitro, que se pasaba los partidos protestando (en su época de entrenador admitió que no soportaría tener un jugador como él en su equipo), que un día voló para marcar un gol, que recibió una hostia de Ángel María Villar en San Mamés, que se marchó del Bernabéu con un 0-5 en la mochila, que se las tuvo tiesas con futbolistas y presidentes de sus mismos colores, que dividió el barcelonismo en dos bandos, que ganó siempre más que el mejor pagado de su plantilla, que no entrenaba con la ropa del club porque decía que no hacía publicidad gratis a nadie, que hizo que en España se multiplicase el consumo de chupa chups...

Hay gente que necesita morirse para que se acuerden de ella, pero tú, Johan, ¿qué necesidad tenías?

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