Opinión

Mi adorado Manolo

Más allá de las tendencias, existen diseños –y, por ende, diseñadores- que pasan a la historia de la moda por diversos motivos. Todos ellos aportan un valor añadido que les hace diferenciarse del resto de productos del mercado y que enriquecen –todavía más- el universo de la moda. Probablemente si escuchan hablar de los 'manolos', la mayoría sepan que la conversación trata sobre los zapatos que firma Manolo Blahnik. Si no lo saben, seguro que después de leer este artículo ya no se les olvidará.

El proceso de creación de cada zapato es en sí mismo un ejemplo de saber hacer que justifica –más allá de las calidades- su elevado precio. Primero Blahnik idea el diseño, lo dibuja y lo recorta para crear el patrón. Después lo envía a Milán, donde están sus talleres con artesanos que todavía fabrican cada pieza a mano. En la construcción de cada uno de ellos se estudian varios métodos para conseguir la horma perfecta. Asimismo, se eligen como esmero los materiales más adecuados para cada diseño –de una calidad máxima, como es obvio-. Cuentan que, una vez finalizado el proceso, el propio zapatero se encargaba de probárselos para comprobar si realmente eran cómodos. Su pasión por la perfección en la creación la confesaba Blahnik tras su colaboración con Ossie Clark en 1972, cuando diseñó el calzado para uno de esos desfiles. El diseñador afirmaba no haber aprendido a hacer un zapato como era debido en 10 años, una tarea que todavía consideraba pendiente. Esta técnica de creación artesanal, de cuidado de hasta el último detalle, los ha convertido en unos auténticos objetos de lujo. Aunque quizá el verdadero éxito nace de la pasión del zapatero por lo bello, por la búsqueda de un estilo atemporal –influido por Zurbarán, Velázquez, Goya e incluso Almodóvar- que no cae en la tentación de las tendencias –no tiene ni un solo modelo con plataforma- y que logra vestir a las mujeres por los pies.

Una de las personas de las que más me gusta leer entrevistas en las revistas de moda es de Blahnik. Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1942, el zapatero estudió en Ginebra, París y Londres, y dispone de una educación y cultura exquisitas e ilimitadas. Fue Paloma Picasso quien, maravillada, le llevó ante la reputada editora Diane Vreeland para que le presentase sus diseños. Ella se impresionó ante sus bocetos y le aconsejó seguir en el mundo del calzado. El joven Blahnik le hizo caso y abrió su primera tienda en el barrio de Chelsea. Desde entonces, el zapatero ha ido cultivando un camino de éxitos que ha logrado conquistar desde a Lolou de la Falaise a Olivia Palermo.

No obstante, nadie puede negarle su aportación a Sexo en Nueva York. Si han visto la serie seguro que no han podido olvidar la escena en la que Mr Big le pide matrimonio a Carrie, delante de su vestidor, calzándole un 'manolo' en vez de poniéndole un anillo de compromiso. ¿Quién no ha soñado con una pedida así? Otra de las escenas míticas es cuando a Carrie la atracan y le suplica al ladrón para que no se lleve sus zapatos. O cuando idea una boda consigo misma sólo para que le regalen los mismos modelos que alguien se lleva durante una cena en casa de una conocida que la obliga a descalzarse. Muchas –entre las que me incluyo- adoramos los zapatos y agradecemos a Carrie el habernos regalado tantos momentos con esos diseños magníficos. Para poder continuar disfrutándolos, la editorial Rizzoli publicará este otoño Manolo Blahnik. Fleeting Gestures and Obsessions. Este libro realiza un recorrido por las creaciones e inspiraciones del diseñador (espero que los Reyes Magos lean esta crónica).

Sarah Jessica Parker cumplió su sueño de diseñar un par de colecciones para su amigo Blahnik, pero la devoción por estos modelos es unánime entre las celebrities. Madonna ha confesado que los prefiere al sexo y Kate Moss que se los llevaría a una isla desierta. ¿Acaso no es el 'Manolo' más querido del mundo?

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