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Huesos

EN LOS OJOS de Ana pude ver el rostro del que ya no puede llorar más y pude sentir su dolor con apenas acercarme. Era su mejor amigo. Se trataba del mismo dolor que días antes presencié en el tanatorio de A Coruña. Las caras de incomprensión de todos y cada uno de los asistentes reflejaban el desconcierto del que se va injustamente. Y es que todas las despedidas son tristes, pero en algunas el dolor quema. Cada persona que nos rodea a lo largo de nuestra existencia deja un poso al irse, en ocasiones dulce, las menos veces amargo y puede que alguna despedida nos resulte incluso indiferente. Pero son pocas las personas que te marcan con su generosidad, su carisma y su infatigable acogedora personalidad.

Entregado a los demás, siempre hacía sentir a los suyos seguros, cosa nada fácil en los tiempos que corren. Y las mil y una bondades de Huesos me las cuentan o las oigo mientras muchos le lloran o se desahogan recordándolo. Y pido de antemano disculpas a los que sí lo conocieron de verdad y a los que lo lloran con el alma, pues sólo así se puede llorar a Huesos. Yo apenas pude disfrutar de su compañía en contados momentos pues fueron pocas las ocasiones en las que coincidimos. Siempre al lado de María, su compañera de vida. Y en cada ocasión, con su aparente gesto serio, en apenas unos segundos conseguía arrancarte una sonrisa.

María, una vez más, nos mostró una serenidad y elegancia que sólo ella supo mantener en un momento tan duro. Apoyada en sus dos hijos, agradeció tantas muestras de cariño.

Siento ver tanta gente desolada con la pérdida de Huesos. Y siento cómo la vida se nos presenta como una oportunidad única en la que sólo podemos disfrutar de ella e intentar hacer que las personas que nos rodean sean lo más felices posible. Y es que en ocasiones vivir, además de ser un bello reto, se convierte en el mayor de los privilegios.

El deporte fue su pasión, el ejército su dedicación y la familia y sus amigos su mayor debilidad. La Finoca era y será por siempre su casa y a mí esta entrañable peña me regaló a Fernando. Por él pude disfrutar un poco más a Huesos, quien nos recibía en La Cata con su amplia sonrisa y una caña en la mano que rápidamente se encargaba de pedir a Petete o a Raquel nada más vernos. Y ése era su sello; la generosidad. Generosidad que veo reflejada en la mirada triste de Xavi por la pérdida de este gran compañero de fatigas. Y en la cara de ofuscación de Toño, su amigo inseparable. O por la incapacidad de sonreír de Miguel, el desconcierto de Carlos, el desconsuelo de Ness y Pablo o el abatimiento de Pichu y Juan….y de tantos otros que evidenciaban la pérdida del amigo íntegro.

Pontevedra le lloró, como también le lloró Coruña y Ferrol. Y también sus compañeros de la Brilat, pues 'Ues' (como lo llaman sus íntimos) además de un buen hombre fue un héroe (de esos que te cruzas por la calle) pero un héroe sin lugar a dudas. Participó durante su carrera en varias misiones humanitarias en zonas de conflicto como Bosnia, Líbano o Afganistán, e incluso ayudó como voluntario en el tsunami que asoló Indonesia en el año 2005. Y también le lloraron sus compañeros de rugby, los del San José (el colegio de sus hijos) y los que lo acompañaban por mil rutas en bicicleta. Y todos se despidieron de su querido Comandante, Jose Luis Peña, mostrando el lado más majestuoso de la amistad. Como él siempre hizo.