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Nicho de mercado

Atisbo la posibilidad de un imperio, pero la idiosincrasia patria me baja los humos

NO ES POR presumir pero he detectado un nicho de mercado.Nunca fui de las que en el museo de arte contemporáneo, ante un lienzo cruzado por una raya, dicen: «Esto también lo hago yo». Más bien, soy de las que ‘aguafiestamente’ replican: «Sí, pero se le ocurrió a otro». Sin embargo, ahora caigo en la necesidad no de crear sino de importar una línea de trabajo muy poco desarrollada aquí pero que florece en los Estados Unidos: la investigación de oposición.

Cuando alguien se postula como candidato a unas elecciones, su partido y el de enfrente contratan a investigadores que ‘peinan’ todo archivo posible y le analizan la reputación, predicen escándalos y señalan qué aspectos de su comportamiento le pueden fastidiar las perspectivas. Un partido investiga a los suyos para estar sobre aviso, para hacer gestión de crisis antes de que ésta se produzca y ganar tiempo; para comprar silencios, imagino. Al contrincante lo investiga para saber dónde le duele, para preparar la puntilla y asestar en cuanto convenga, para hundir carreras en el momento justo en el que ese paso permite avanzar a la mía.

Un buen investigador se entera de todo, luego ya decidirán otros qué importa de verdad y qué no es para tanto. Los archivos de un candidato nunca se cierran, están en constante creación porque la gente sigue viviendo y, en consecuencia, sigue metiendo la pata. Lo importante no es que no suceda, para qué aspirar a imposibles, lo importante es que no haya sorpresas, que no lo sepan los otros antes que nosotros; que, nunca jamás, nos enteremos por la prensa.

Escucho una entrevista a un investigador, sonrío como el gato de Cheshire y aguardo pacientemente a que caiga la respuesta que espero. No llega nunca. Parece que los verdaderos hallazgos de estos investigadores, las pepitas de oro en las minas de las carreras electorales, ya no son las infidelidades. Con lo obsesionados que parecen los estadounidenses con el cuento de la familia ideal, la que bendice la mesa y va a misa, la que permanece unida en la dura rehabilitación pública tras unos cuernos, resulta que lo que molesta verdaderamente, lo que te hunde la carrera, son las incoherencias. No entre lo que se dice ahora y lo que se decía en el pasado, sino entre lo que se dice y lo que se hace. Cáspitas. Las piedras en el camino que señaló este hombre como ejemplos de sus investigaciones reales fueron no pagar la pensión alimenticia cuando el candidato se dedicaba a dar la murga con la necesidad de respaldar a las familias o, en otro caso, presentarse como un hombre sobrio y pagar 400 dólares por cada corte de pelo.

Imagino la demanda que semejante labor tendría en España. Solo con Valencia levantamos un imperio. La comunidad es como el cuento de Monterroso: cuando despertemos, la corrupción seguirá allí. Me veo ya Amancio Ortega.

Admito que esta idea empresarial mía chirría en un punto: se supone que hay que hacer algo con la información que proporcionan los investigadores. O se limpia al candidato, si eso es posible, deshaciendo lo hecho; o se vende la leyenda del hijo pródigo, del que regresa al camino correcto tras descarrilar y empieza a pagar la comida de sus hijos y a ahorrar en peluquería o se cambia de candidato. Algo.

Aquí, la cabezonería de los partidos, esa insistencia en seguir con el candidato como si nada, en mantener invariable el camino previsto, me va a acabar con el negocio antes de empezar. Por quedarnos en Valencia, El Bigotes venga a comprar bolsos de Vuitton a Barberá; Rus venga a contar billetes dentro de un coche con su ele velar, el Ayuntamiento valenciano venga a pagar viajes a Barberá y a sus escoltas innecesarios y el PP venga a nombrar a la alcaldesa senadora. No se hace nada por evitar esa sucesión de despropósitos sino que se abunda en ellos. Por meter aún más el dedo en la herida de la incoherencia todo eso sucede mientras a la gente (mucha estrenando paro y hasta cola en el banco de alimentos) se le recuerda que ha vivido por encima de sus posibilidades. Está España llena no de candidatos sino de cargos públicos que no aguantan una investigación ni del certificado de estudios de BUP, para qué hablar de incoherencias.

Pero si Rajoy todavía quiere ser presidente. Ve tú a hacerle una investigación de oposición y te sale un informe de longitud proustiana.

Será mejor que desista de importar negocio alguno. Al final va a tener razón nuestro amado líder, los españoles son «muy españoles y mucho españoles». Demasiado.

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