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Atrapados

Título: Atrapados (Ófærð).
Creador: Baltasar Kormákur.
Reparto: Ólafur Darri Ólafson, Imur Kristjánsdóttir, Ingvar Eggert Sigurðsson.
Cadena: BBC4 Movistar+.
Calificación: ●●●○○

ME PREGUNTARON que por qué esta serie no enganchaba. La cosa me dio que pensar. No es algo fácil de averiguar porque, aparentemente, lo tiene todo. Desde luego, está la atmósfera, muy bien conseguida, (aunque, dicho sea de paso, tampoco hace falta mucha creatividad para este asunto, quiero decir, uno se va a Islandia y la historia que le sale es en forma de novela negra, seguro), pero la ambientación es importante, el contexto es fundamental y la narración ha de estar envuelta en algo imponente, a ser posible. Esto ocurre aquí. Ese frío, ese inhóspito paisaje, ese vivir entre ventiscas y avalanchas, carreteras cortadas, aislamiento absoluto.

Con ese embalaje servido en bandeja, el regalo, como no, ha de ser un cadáver. O varios. Así que se encuentra el cuerpo y se busca al asesino en medio de ese clima infernal y ya se ha creado una historia. Pero parece ser que ese argumento se le queda corto a su propio creador y decide entonces meter más tramas. Son secundarias, pero tienen —o deberían— tener un peso enorme dentro de la trama general. Una de ellas es el tráfico de mujeres (jóvenes y niñas) que, después de un terrorífico viaje a través del globo, van a recalar en un país europeo para ser obligadas a prostituirse. Tremendo tema. Y la otra es la violencia de género, encarnada en el alcalde de la ciudad contra su mujer. Bien. Asesinatos. Tráfico de personas. Y maltrato. En una pequeña ciudad islandesa que se queda incomunicada debido al mal tiempo.


Ese programa. ‘
First Dates’, así en inglés, liderado por Carlos Sobera que es como el conductor del espectáculo que va de gracioso


Para resolver estos ligeros contratiempos se encuentran exactamente tres personas. El protagonista, jefe de la Policía local, que es el prototipo de antihéroe, o sea, alejado del clásico y hermosísimo Adonis tan propio del universo televisivo americanizado. Después está su compañera policía, comprensiva y con instinto, algo que viene muy bien para el caso que nos ocupa. Y, por último, el tercero, una especie de hombre para todo, que lo mismo hace un trabajo de oficina que se pone a buscar algo perdido en la nieve. Un ser ambiguo. Se confía a veces en él y otras no. Depende. Entonces están estos tres, un poco solos, a decir verdad, para resolver tamaño caso, con ramificaciones profundas que tocan las fibras despreciables que mueven determinadas marionetas humanas. Allí se disponen, con buena voluntad, y, en fin, les suceden cosas que no siempre coinciden con la profesionalidad. Es comprensible, de todos modos, lo que tienen delante les va grande. Mientras tanto, aparecen otros personajes que van completando el cuadro, que van moldeando la historia y dándole un cierto sentido que no siempre, no siempre, está claro.

El planteamiento es acertado y ambicioso, cuestiones estupendas para una serie ‘noir’. Lo suficientemente misterioso y con el tono truculento apropiado para llevarlo adelante con éxito. Son diez capítulos que se ven y se disfrutan —aunque esto último, solo a veces—.

¿Qué tiene, que no engancha? Si por enganchar entendemos que no podemos dejar de mirar a la pantalla, que nuestro cuerpo está rígido, en tensión, que nuestra mente intenta —sin conseguirlo— ir por delante de lo que ven nuestros ojos, que, una vez terminado el capítulo, no dejamos, ni por un momento, de pensar en él, que incluimos en nuestro futuro el futuro —glorioso o miserable, o los dos— de nuestros —porque sí, ya son nuestros— personajes, entonces, ‘Atrapados’ no engancha. Hay un desequilibrio entre unos personajes a los que le falta una vuelta de guion y los temas, inmensos, para tratarlos tan de pasada. Diría que es por eso. Aunque si tienen otras sugerencias, podemos discutirlas.

Complejidad alarmante
Me coincidió. Yo no quería. Se acabó la serie que estaba viendo e irrumpió de pronto en la pantalla. Ese programa. ‘First Dates’, así en inglés, liderado por Carlos Sobera que es como el conductor del espectáculo que va de gracioso. (Puede que lo sea, ciudado). Y tuve que verlo. Tuve que hacerlo porque era tal el horror que, claro, cuesta alejarse. Esa aprensión que surge al verlo atrapa de un modo ignominioso. Un caso complejo y alarmante. Hay que tratarlo de inmediato.

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