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Complejo equilibrio moral

Título: Sneaky Pete.
Creadores: Bryan Cranston, David Shore.
Reparto: Giovanni Ribisi, Marin Ireland, Margo Martindale.
Cadena: Amazon.
Calificación: ●●●○○

BRYAN CRANSTON, el conocidísimo actor protagonista de 
Breaking Bad, metido aquí en labores de producción, ha dicho de la serie: "Sneaky Pete es como Breaking Bad pero al revés". Pues mira, eso es bonito. Aunque no hay comparación posible -que tenga cierto sentido- entre las dos series, ni en cuanto a estética ni en lo que respecta al pulso narrativo, sí es verdad que se aprecia un interés común por ese elemento tan escurridizo y, al tiempo, tan emocionante, que podría definirse como la trayectoria de un ser humano para, o bien desprenderse, o bien reintegrarse en una moral que lo separa o lo une al resto. Es emocionante porque no es un camino fácil y, precisamente por eso, el personaje se mueve en terreno poco firme, lo que lleva al planteamiento de dudas. Alguien con incertidumbres es alguien plenamente humano, alguien con quien podemos empatizar y -aunque no tenga nada que ver con nosotros- en quien podemos reconocernos. La clave de un buen protagonista es esa, lograr que los espectadores admitamos que hay muchas cosas nuestras en su interior.

Sneaky Pete habla de esa conversión, de esa asunción de una serie de valores que se creían olvidados o desaparecidos. ¿Por qué es interesante? Porque parte de la premisa de que toda persona puede, en determinado momento, cambiar su manera de pensar y, consecuentemente, tomar decisiones diferentes y novedosas en su vida, que requieren un comportamiento distinto. Para bien o para mal. Y porque esas resoluciones que desvían unos futuros previamente fijados obligan a improvisar y a aprender nuevas formas de ver las cosas. El cambio en la mirada fuerza a una toma de conciencia de lo que se tiene alrededor que antes no se percibía. Toda esa revolución ha de ser, en multitud de sentidos positiva y negativa a la vez. Lo absoluto no tiene cabida en un el universo humano.

La historia, pues, nos sitúa ante un delincuente que acaba de obtener su libertad. Para solucionar el peligro inmediato que supone "estar fuera y que lo encuentren para saldar ciertas deudas", decide suplantar la identidad de su compañero de celda y aparecer -cual hijo pródigo- en el umbral familiar donde es recibido -aparentemente- con un cariño sincero. A partir de ahí todo se complica, claro. Que si lo reconocerá alguien, que si conseguirá mantener la farsa ante los miembros de esa familia volcada en él, que si se enamora, que si comienza a ver las ventajas de ser un hombre de bien... Hasta aquí, bueno, vamos viendo la serie siempre con la amenaza razonable de que la narración se ablande de tal manera que se debilite el chispazo inicial. ¿Qué es lo que hace que esto no ocurra? Que esa familia, ay, tiene sus secretos. Y en eso está la gracia. Que no se trata de un antihéore que, de pronto, ve la luz y la belleza y la bondad y se transforma, sino de alguien que se encuentra con algo que le hace pensar. Es la clave de la serie y lo que la impulsa. Sin eso, podríamos estar hablando tranquilamente de un producto ñoño, como poco. Pero gracias a esa otra parte de la trama, la que tiene que ver con el entramado familiar y su manera de resolver los conflictos, se mantiene un equilibrio prometedor. Es arriesgado el planteamiento guionístico porque a ambos lados de la perspectiva propuesta hay abismos. Se cae en ellos con cualquier despiste. A la mínima te inclinas hacia un personaje estereotipado o -queriendo alejarlo- incurres en el ridículo. Malabarismos que no siempre salen.

Sneaky Pete no es redonda, pero se ve con gracia. Como si tuviera algo que decir, aunque de rodeos y no se aclare a la primera.

Le falta la 'L' de literatura
Me he pasado por el programa de Mercedes Milá Convénzeme con z de Zweig para ver cómo iba la cosa. Y claro, me ha cautivado, otra vez. "Has dado en el clavo, querida", es lo que le ha dicho Milá a una de las invitadas porque se ha presentado con La impaciencia del corazón, del autor judío austríaco que da nombre al programa y ha afirmado que el libro hablaba de ella, lo cual está muy bien, sentirse así reflejada. Lo de convencer, por mucha z que haya, ya es más difícil.

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