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El momento del giro vital

Título: GOLIATH.
Creador: David E. Kelley.
Reparto: Billy Bob Thornton, Maria Bello, Olivia Thirlby.
Cadena: Amazon.
Calificación: ●●●○○

ES POR principios o por cansancio, o es por un regusto desagradable, como de asco, con el que te levantas, pasas la jornada y te acuestas. Día tras día. Es un no poder más y no querer seguir como hasta ahora. Un no soportar por un segundo el mismo entorno que ha llegado a ser enemigo de ti mismo.

Pertenecer a algo que hace mucho tiempo que dejó de ser tuyo. Ni sabes cuál fue el momento exacto en que te convertiste en el otro, ni tienes claro que quieras tener ese tipo de información. Ocurrió. Hace tiempo. Y la decisión fue tomada porque no había otro camino.

Seguir como hasta entonces no era siquiera negociable porque en juego había cosas como seguir viviendo. Así que te fuiste. Dejaste atrás el exitoso negocio que junto a tu socio habías levantado de la nada. Ese tipo de situaciones no son del todo extrañas. Por todas partes hay historias así. Los triunfos y los fracasos fluctúan y se enmarañan, poco sabes de lo que te puede estar esperando al final de un día espectacular. Tampoco sabes retener los días espectaculares. Ya casi no te acuerdas de ellos. Hubo bastantes. Los hubo gloriosos. Esos en los que tu socio y tú ganábais un caso millonario y vuestras acciones subían al infinito. Pero se terminó. Porque no pudiste resistir. Porque esa manera de existir dejó de pronto de tener sentido.


No quieres almas salvadoras a tu alrededor. Lo que quieres es que te dejen tranquilo


Tampoco eras un ejemplo de ser humano íntegro. En realidad, aún hoy, cuando ya todo eso quedó muy atrás, sigues sin tener ni idea del punto de giro exacto de tu vida. Y hablamos, y lo sabes, de un giro radical. Un vuelco, podríamos decir. Si lo que hiciste fue sacar al ser que en realidad te habitaba, te sale una sonrisa al observarte en la situación en la que encuentras. No eres precisamente un ejemplo de hombre. Tampoco un ejemplo de abogado. Desde fuera lo que parece es que te has ido al lugar en el que las cosas son más reales y más mundanas. Incluso más feas. Hasta más sucias. Te has cansado de la pulcritud. Ya no tienes de qué preocuparte. Parece que experimentas una especie de alivio ¿no? Como si te hubieses quitado el peso de una historia que no te correspondía.

¿Ahora eres feliz? No sabrías decirlo. Hasta te hace gracia esa pregunta. ¿Qué tipo de persona es la que se cuestiona algo así? No merece la pena. Todos estos años, desde el vuelco, te has dado cuenta de que no vas a perder el tiempo con interrogantes sin respuesta. Las cosas son como son. Así estás bien. Estás. Tienes tus rutinas, eres amigo de un perro callejero al que le das de comer. En el barrio te conocen, saben que no eres un tipo peligroso y te dejan hacer. Toleras que la bebida sea una debilidad de la que tampoco estás orgulloso, pero con la que convives amistosamente. No sabes si los vecinos lo entienden, aunque no buscas esa clase de comprensión. No quieres almas salvadoras a tu alrededor. Lo que quieres es que te dejen tranquilo. Y de momento lo estás consiguiendo.

Sin embargo, algo se cruza en tu existencia de evasión y da al traste con toda tu estrategia. No caes porque no lo supieras, sabes perfectamente que es como lo del alcohol, da donde tienes el vacío. Y te aparece alguien con una historia de película. Tú te resistes. Sin convencimiento. Hueles los casos a distancia, conoces las señales, el cosquilleo, no has perdido tu instinto. Sigues siendo tú, al fin y al cabo, aunque ahora vayas de otro por la vida. Y aceptas el reto. Quizá porque ya va siendo hora de dejar de mentirte. Uno nunca cambia. Quizá porque siempre deseaste este momento. El de la venganza.

Goliath. Es hora de enfrentarse al gigante, que no sabes bien si son ellos o tú.

La comodidad por delante
Pues resulta que Cuatro ha cancelado hasta nuevo aviso el programa Tú, yo y mi avatar, noticia que me inunda de tristeza. Porque, mira, me parecía una súper idea. Quieres encontrar pareja, pero en vez de lanzarte tú a la búsqueda, pues mandas a otro. ¿Y la de líos de los que te saca este otro? ¿Y la de vergüenzas que te evita? Infinitas, ¿no? Después, con el terreno abonado, ya te presentas tú y todo va como la seda. Hija, qué comodidad, así da gusto. Que vuelva, please.

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