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Nostalgia de serie básica

Título: IN TREATMENT
Director: Hagai Levi
Reparto: Gabriel Byrne, Dianne Wiest, Michelle Forbes
Cadena: HBO
Calificación: 4/4 

LAS RAZONES por las que a veces hay que volver a ‘In Treatment’ son inescrutables. Nada indica que sean susceptibles de convertirse en universales, ni siquiera que vayan a ser seguidas por alguien como si fuesen verdad revelada. 

Sin embargo, hay que reconocer que siempre hay días nostálgicos que vuelven la mirada hacia caminos transitados, pero no olvidados. ‘In Treatment’ (aquí, ‘En terapia’) fue una serie televisiva que se estrenó, de la mano de HBO, en 2008, que tuvo tres temporadas y que, después de varios intentos para una cuarta y escandalosos descensos de audiencia, cerró su historia definitivamente en diciembre de 2010. Si se vuelve a ella es porque hay algo que se necesita comprender y no se comprende del todo o no se comprende en absoluto. 

Siempre es reconfortante sentirse arropada por tus semejantes. Por eso, enciendes la tele y te permites un poco de autocompasión o un poco de malicioso interés por los conflictos ajenos con cada capítulo. Porque la serie se trata de eso, de desplegar problemas por doquier, hacerlos estallar y después tratar de recoger las piezas y de darles sentido. Como en un puzzle existencial, de infinitos colores, de trazados múltiples y de tamaño gigante. 

Paul Weston es un psicoanalista esforzado, comprometido, pero con las fisuras de todo ser humano ensanchándose con cada paciente. Lo interesante es lo que se le escapa, no lo que consigue retener; lo que se pierde sin remedio por falta de atención –por ausencia–, o lo que se estanca en lo profundo hasta contaminar todo lo que está alrededor –por presencia–. Es ahí, en esos puntos, donde nos identificamos con el protagonista y conseguimos la empatía con la que sueña todo guionista. 

No son tanto los casos con los que se enfrenta nuestro personaje principal, esos seres angustiados, hastiados, solos, como el conflicto al que él mismo se tiene que enfrentar, que no es otro, ni distinto, ni especial, que la vida misma. Paul Weston es el ejemplo de persona atormentada a la que no se le ocurre cosa mejor que hacerse psicoanalista para, quizás, mediante estructuras de razonamiento perfectamente ensambladas por años de estudio, ladear su propio interior, poner en una esquina su mundo torcido –liberarse– y poder así restaurar los edificios ajenos. 

Es esa tensión entre su yo y sus pacientes lo que se pone en juego continuamente y lo que da a la serie la categoría de especial. No es un argumento que ofrezca acción, ni siquiera un cambio de escenario que otorgue movimiento o sensación de movimiento –aunque sea falso–. 

Todo está ahí, reconcentrado entre cuatro paredes, con dos o tres personajes interactuando y abriéndose a una realidad desconocida que los arrastra, la mayoría de las veces sin ellos desearlo. Es en ese lugar cerrado y tendente a lo claustrofóbico, donde se desarrollan las tramas, se entretejen las relaciones y se vislumbran las salidas. Si es que las hay. A lo largo de las tres temporadas se establecen vínculos, no tanto con los personajes como con las distintas problemáticas que se desarrollan en cada uno y que, en el fondo, van a confluir en el que –supuestamente– ha de solucionarlas. El círculo se cierra con Paul Weston siendo psicoanalizado por su antigua profesora, siempre con un pie a punto de traspasar los límites permitidos por la profesión. 

No es una serie perfecta pero es una serie valiente. La calidad de los capítulos fluctúa y depende mucho de quién interprete qué. ‘In Treatment’, sin embargo, es una serie que importa. Por lo que dice, por lo que sugiere, por lo que se atreve a contar. ¿Aún no la han visto?

Las medidas de austeridad

Hay un programa en DKISS que me perturba. Se llama ‘Supertacaños’ y lo que se ve no es fácil de asimilar. Eso no es austeridad, es trastorno. De hecho, podríamos sugerir a los guionistas de ‘In Treatment’ que escribieran algún personaje basándose en lo que aparece en sus capítulos. ¿A alguien se le ha ocurrido llegar diez minutos antes de que entre la gente a la sala de cine para recoger las palomitas de la última sesión? ¿En serio? Yo entiendo el concepto, creo. O bueno, no.

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