Opinión

Bocadillo de tofu

MI ENDOCRINÓLOGA me ha quitado el azúcar. Bueno, en realidad me ha quitado muchas más cosas: los huevos fritos, las patatas en casi todas sus variedades, el chocolate en proporciones superiores a una onza – a mí, que me como media pastilla tan feliz - , el chorizo, el salchichón, la panceta, el gintónic, los churros, y no me ha quitado los chicharrones porque creo que no sabe lo que son y yo no pregunté, para poder tomarme unas lonchitas con la conciencia tranquila cuando vaya por Lugo. Mi endocrinóloga dice que no lo hace por amargarme la vida, sino porque todas esas cosas son muy malas. Al parecer, nuestra nevera y nuestra despensa son las nuevas armas de destrucción masiva y están llenas de peligros. El azúcar, cuyo consumo se aconsejaba cuando yo era joven –había hasta anuncios animando a usarlo a discreción– resulta que es veneno. Tampoco es buena la leche (como lo oyen). Las cremas de chocolate llevan aceite de palma, que es pura dinamita. El pescado tiene mercurio. El marisco puede provocar gota, con lo que eso duele. El pan blanco ha sido puesto bajo sospecha por media docena de nutricionistas. La bollería industrial se supone que es tan nociva que cuando un niño pide una pantera rosa sus padres deberían darle un capón en vez de un capricho. De los donuts no hablo, porque ya en mi época se ponían en duda (yo sigo salivando cuando los veo en el súper. Es más, si me dijesen que me voy a morir mañana, saldría disparada a comprar una caja de donuts glaseados para palmar más feliz). Repaso la lista de potenciales prohibiciones que me ha entregado mi médico con toda ceremonia y empiezo a pensar si no será mejor romperla y renunciar a ese par de años de vida que puede quitarme la dieta inadecuada. Creo que lo único que puedo comer sin pecar es un tomate crudo con pan integral. Y jamón ibérico, que de momento es buenísimo. Pero no canten victoria: a ver cuánto tarda algún sádico en encontrarle defectos y recomendar que nos pasemos al tofu.

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