Opinión

Ocasión perdida

EN ESTOS días de libros y rosas (y de otras historias de las que no quiero acordarme, y menos el fin de semana) me hice el firme propósito de no pensar en cómo ha organizado Gran Bretaña el IV centenario de Shakespeare para no caer en comparaciones que me lleven al bicho de la envidia. España, que ayer conmemoró también los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes, ha perdido una ocasión de oro para reivindicar a una figura inmortal. Ha faltado discurso, ha faltado unidad, ha faltado trabajo y excelencia. La secretaría de Estado de Cultura reaccionó tarde, mal y arrastro y se puso a programar (es un decir) con sólo unos meses de margen. El resultado, un plan deslavazado e incoherente, un revoltillo de duelos y quebrantos sin ninguna ambición, sin presupuesto definido y hecho de inconcreciones. Cervantes merecía más. También los españoles. Y mientras, Gran Bretaña planta sus picas en cien países con teatro, conferencias, congresos, música en vivo, y gana por ko absoluto una pelea que ni siquiera habría tenido que darse. Nos ha pasado el tren por delante de las narices y no hemos sido capaces de subirnos, pero no se te ocurra decirle esto al responsable del tinglado, que te responderá que está todo muy bien y que si no te gusta es porque no entiendes. La oportunidad ya está perdida. Los centenarios es lo que tienen: se celebran muy de vez en cuando. De hecho, sólo una vez cada siglo. Faltan cien años para que vuelva a darse una circunstancia tan gloriosa. Sí me gustaría que se recordase este fracaso histórico que pone de manifiesto la profunda estulticia de nuestros gestores y el nulo interés por ser caja de resonancia de acontecimientos culturales de primer orden. Si hablamos de esto, si lo recordamos, quizá la crítica amarga se haga un lugar en la historia y dentro de otro siglo don Miguel de Cervantes será honrado en su patria con la pasión que se debe. Al menos contarán con una ventaja: habrá otro secretario de Estado de cultura. No es poca cosa.

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