Opinión

Bódalo, el hambre y los mamporros

A NADIE le es ya desconocido el nombre de Andrés Bódalo, miembro del sindicato andaluz de trabajadores y candidato al congreso por Podemos, que entró en prisión hace unos días condenado por agresión a un concejal del PSOE. Los dirigentes de Podemos, con Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias a la cabeza, abanderaron su defensa y pidieron su indulto. Teresa, supongo que por pura ignorancia, comparó a Bódalo con Miguel Hernández. El marketing podemita se ha esforzado durante meses en presentar a Bódalo como un víctima del sistema de castas: chico pobre en familia pobre, niñez al límite, trabajo de sol a sol, cebolla y hambre. No pongo en duda la dureza de la vida de Bódalo y entiendo perfectamente que pueda haber desarrollado una feroz inquina hacia el capital: el resentimiento de clase es tan perverso como humano. Lo que no puede admitirse es que el haberlas pasado canutas te dé derecho a convertirte en un matón. Porque, pese a que Pablo Iglesias se esfuerza en convencer a los ignorantes de que Bódalo entra en la cárcel por participar en una protesta sindical, lo cierto es que el hombre va a prisión por haber inflado a leches a un concejal socialista. Y como los mamporros no pertenecen a la amplia carta de servicios de la manifestación pacífica, y como además ya llovía sobre mojado porque no era la primera condena sobre el señor Bódalo por actos violentos, le cayó pena de prisión como a todo hijo de vecino. Y no, no fue por quejarse, no fue por ir a marchas ni por organizar algaradas callejeras: Bódalo va a la cárcel por caer encima de una persona a puñetazos y patadas. Ahí empieza y acaba el cuento. Por mucho que se empeñe Teresa Rodríguez, el haber pasado por una infancia difícil no da patente de corso para pegar una paliza a un señor, que fue lo que hizo Bódalo. Legalizar las protestas fue una de las grandes conquistas de la sociedad moderna. Parece que hay quien quiere legalizar las agresiones si has sido un niño pobre. 

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