Opinión

La reina de España

ESCRIBO ESTA columna tras leer varios textos sobre el supuesto boicot que está llevando al fracaso la última película de Fernando Trueba. El año pasado, en un desafortunado discurso tras recoger un premio importante, Trueba dijo media docena de estupideces que estoy segura que no pensaba, y se supone que algunos se lo quieren hacer pagar. Me cuesta entender cualquier forma de campaña orquestada en contra de una película porque creo que todo aquello que nos proporciona alguna forma de satisfacción – y la cultura lo hace – debería estar colocado al margen de los prejuicios. Del mismo modo que no me interesa si es o no buena persona el pastelero que confecciona mi tarta de chocolate preferida, o si el diseñador de unos zapatos bonitos es un tipo simpático, o si la señora que ha arreglado milagrosamente un desgarrón en mi blusa favorita es generosa con los suyos, tampoco pretendo que me caigan bien los escritores a los que leo ni los directores de las películas que veo. Cuando aplaudo en el teatro jamás me planteo si la actriz protagonista es o no una mujer simpática, y cuando compro un ramo de flores no me pregunto si quien las cultivo será un perfecto cretino. Disfruto del cine, de las rosas, de los zapatos y del pastel de trufa, de los libros y de la función de teatro, y no me hago preguntas cuya respuesta poco importa. Supongo que hay personas que leen mis novelas que no comulgan con mis ideas políticas, y espero que no por eso dejen de disfrutar de lo que escribo. Como aún no la he visto, no sé si 'La reina de España' es una obra maestra o  una película fallida, pero en todo caso promover que no se vaya a verla es tan absurdo como injusto. Y dejen que recuerde una cosa: al margen de cualquier exceso verbal, debemos a Fernando Trueba algunos de los mejores momentos del cine español, incluido aquel óscar de 'Belle Epoque' que dejó a un fatuo director chino con un palmo de narices. Todo eso debería ser suficiente para desearle buena suerte.

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