Opinión

Miseria humana

LO HE dicho muchas veces y hasta creo que lo escribí en otra ocasión desde esta misma columna: hay gente que es mala. Punto. Tenemos la bendita manía de buscar la explicación de cada vileza que nos sale al camino, y acto seguido extender la culpa de quien la perpetra a un colectivo, cuando no a toda la sociedad. Y es un error. El otro día, en plena plaza Mayor de Madrid, un grupo de hinchas del equipo de fútbol del PSV humilló a unas mujeres que pedían limosna. Aquellos mastuerzos, enardecidos por el consumo de cerveza y envalentonados unos con el respaldo de otros, arrojaron monedas a las mendigas para que las recogieran, las hicieron arrodillarse y hacer flexiones para obtener más dinero. La escena, casi dantesca, hacía rememorar los fotogramas de algunas películas ambientadas en campos de prisioneros o en un gueto de la Alemania hitleriana, cuando los nazis hacían bailar a un puñado de desdichados a cambio de un trozo de pan. El otro día, en Madrid, la miseria humana no estaba en las mujeres que se revolcaban en pos de una limosna, sino en la cohorte de sinvergüenzas que se reían de su pobreza y su abandono. Alguien grabó las imágenes, que se hicieron virales, y llegaron las condenas. Ahora se quiere relacionar el episodio con la violencia que genera el fútbol y el comportamiento de los hinchas. Creo que es una equivocación. Lo que vimos el otro día nada tiene que ver con el deporte, ni siquiera con la peor cara de éste, sino con la pura y dura maldad de algunos seres, multiplicada por la seguridad que da el saberse parte de un grupo. Por eso no creo que ante lo ocurrido haya que pedir explicaciones al PSV, ni hacer llamamientos a las comisiones antiviolencia de los clubes de fútbol, ni mucho menos relacionar la con actuaciones execrables la pasión desmadrada por un equipo. Aceptemos que hay malas personas y que están entre nosotros. Y, si es posible, identifiquémoslas y castiguemos su comportamiento para que sirva de aviso a navegantes.

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