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Tiempo de diálogo

El fin de las mayorías sorprendió a las corporaciones en 2015 y desembocó en mandatos nefastos pero... ¿hemos aprendido?
 

Abel Caballero, un alcalde orgulloso de su alumbrado.DP
photo_camera Abel Caballero, un alcalde orgulloso de su alumbrado.DP

LA ATOMIZACIÓN política de las instituciones es un proceso relativamente reciente en España y Galicia, acelerado especialmente desde la irrupción de la llamada nueva política entre 2014 y 2015 y, por el momento, imparable. Las corporaciones municipales bicolor o tricolor que durante años gobernaron los ayuntamientos de la comunidad empiezan a ser jarrones chinos conservados con mimo en reductos de la Galicia rural, especialmente en la provincia de Ourense; mientras que al mismo tiempo van proliferando las sopas de letras en los salones de plenos.

En las elecciones locales del año 2007, por ejemplo, en Galicia lograron colocar concejales en las corporaciones aproximadamente una treintena de partidos, mientras que en 2011 la cifra ya superó los 40 y en 2015 subió con creces del medio centenar. Para visualizar de una forma más rigurosa esta evolución se pueden suprimir, por ejemplo, aquellas siglas que lograron menos de 5 concejales. De este modo, en 2007 hubo 10 grandes partidos en las municipales gallegas, que pasaron a 12 en 2011 y que en 2015 prácticamente se duplicaron (24).

Y nada invita a pensar que este proceso de atomización no se vaya a mantener o incluso incrementar el próximo 26 de mayo. 

→ Listos para la nueva realidad
En la práctica, llevamos tiempo ante una nueva realidad política que tiene su principal característica en la ausencia de las históricas mayorías absolutas. A nivel autonómico solo la conserva Alberto Núñez Feijóo y en las grandes ciudades gallegas, el socialista vigués Abel Caballero, quien por cierto está empezando a convencer a su entorno cercano de que es posible reforzarla alcanzando incluso la veintena de concejales.

Pero una maquinaria política tan tradicional e inmóvil como la que hay en los ayuntamientos gallegos, acostumbrada al ordeno y mando de aquellos alcaldes respaldados con porcentajes insultantes del 70%, ha sido incapaz de moverse y evolucionar al mismo tiempo que los votos de la gente. 

La falta de cultura del diálogo, generalizada en la política en Galicia pero agravada incluso a nivel local, ha tenido consecuencias graves para el desarrollo socieconómico gallego, que en buena parte de su territorio ha perdido estos cuatro años fruto de mandatos municipales totalmente nefastos. ¿Es admisible que la tercera ciudad gallega, Ourense, vaya a cerrar los cuatro años de gobierno del popular Jesús Vázquez sin aprobar ni unos solos presupuestos? Es el ejemplo más sangrante, pero ni mucho menos el único. Y la responsabilidad es, casi siempre, compartida entre gobierno y oposición, porque el diálogo es cosa de dos.

En un momento histórico en el que la administración local vuelve a tener recursos y en el que juega un papel fundamental en cuestiones como la captación de empresas —véase a nuestros vecinos portugueses—, aquí muchos gobiernos en minoría han sido incapaces de articular medidas al respecto. Como tampoco limpiaron las franjas de seguridad de maleza...

La ciudadanía puede llegar a entender que el cambio de 2015 fue excesivamente brusco para nuestra clase política. Que la irrupción de Podemos —o las mareas— y Ciudadanos y el desgaste del bipartidismo fueron un plato difícil de digerir y que los gobiernos en minoría se atragantaron. Pero han pasado cuatro años tras los que cabe preguntarse si hemos aprendido la lección. A partir del 26 de mayo ya no habrá excusas para no estar a la altura.

Porque es un secreto a voces que Cs presentará esta vez más listas que en 2015, igual que Compromiso por Galicia; que en muchos lugares donde hace cuatro años se presentó una marea habrá esta vez dos o tres; y que Vox hará acto de presencia de una forma o de otra. Un escenario que apunta precisamente a más atomización política y, consecuentemente, más necesidad de diálogo que nunca. 

→ El debate final: cambiar el sistema
Y si el experimento de la fragmentación vuelve a salir mal, a paralizar parte de la vida municipal y a perjudicar al contribuyente, habrá entonces que rescatar del cajón el viejo debate sobre la reforma del sistema electoral, de forma que se inicie una transición de nuestro actual modelo proporcional hacia alguno de corte mayoritario, bien con sistemas de bonus a la lista ganadora o segundas vueltas. 

Los seis meses ganados con Alcoa esconden un objetivo solo electoral
El Gobierno de Pedro Sánchez, igual que antes el de Rajoy, fue incapaz de sentarse con Alcoa para ofrecerle lo único que pide: una política energética estable. Y no solo es Alcoa, sino que Celsa, Megasa o Ferroatlántica demandan tarifas a tres años vista, como en otros lugares de Europa, mientras que el ministerio no es capaz de ofertar más allá de seis meses. Y todo lo demás en este conflicto es secundario. Aplaudiré si se salvan las fundiciones, si se recoloca gente o si aparece un comprador, pero eso no lavará años de nefasta gestión política. Ahora, el Gobierno solo quiso ganar seis meses de prórroga para pasar tranquilo la cita electoral de mayo. Pero tener industria electrointensiva exige algo más. 

El órdago de Pachi Vázquez suena a bluf
Andan tranquilos en el PSdeG con la amenaza del exsecretario general Pachi Vázquez de montar más de una veintena de candidaturas independientes para mayo echando mano de socialistas cabreados. Aunque el médico de O Carballiño es un animal político, a día de hoy parece difícil que su desafío pueda alcanzar las proporciones que él anuncia y, en caso de materializarse, el impacto para las alcaldías en juego y para la propia Diputación es dudoso. Es una cuestión de matemática pura. Por un lado, parece que la batalla por el ente provincial se jugará en la comarca de Ourense y no en la de O Carballiño, donde Pachi tiene más capacidad de movilización, que además es una circunscripción que elige un número par de diputados (2), por lo que resulta difícil cambiar la dinámica de uno para el PP y otro para el PSOE. Y por otra parte, montar 25 candidaturas exige convencer a, como poco, entre 250 y 300 personas. En las últimas primarias provinciales Pachi Vázquez quedó fuera de juego al no pasar de 307 votos. 

Historias de Ferrol: Vox y Juan Fernández
Ahora que tanto  se habla del aterrizaje de Vox en las municipales gallegas de mayo conviene recordar que el partido de ultraderecha ya se presentó en 2015, en concreto en el Ayuntamiento de Ferrol, donde el exconcejal del PP Manuel Castro Cancela, conocido en su día por gestionar como edil de tráfico el famoso accidente de la plataforma Discoverer Enterprise contra el puente de As Pías en 1998, obtuvo 303 votos. Fue todo lo que dio de sí en aquel momento un partido que hoy sin embargo navega con otra dinámica muy diferente. De hecho, estos días se empezó a vincular a esta formación el nombre de Juan Fernández, el conselleiro de Industria de la era Fraga que durante dos décadas lideró Independientes por Ferrol (IF) y que en 2015 regresó a la lista popular de Rey Varela, cerrándola de forma simbólica. No dudo que Vox haya tocado a Fernández, como lo está haciendo con otros históricos del PP gallego, pero su reciente regreso a la que fue su casa en 2015 y su edad —va a cumplir 79 años— harían inviable esa operación. 

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