Opinión

Kafka y Brod

Murió cuando la tuberculósis le alcanzó la epiglotis y se hizo necesaria la morfina. Antes de eso, pidió a Brod que se deshiciese de todos los papeles 

Max Brod conoció a Kafka en la facultad de Derecho de Praga. Los dos eran estudiantes, pero no sé por qué, el primero ofreció una charla sobre Schopenhauer a la que asistió el segundo. Al acabar, uno acompañó al otro a su casa y en aquella conversación y paseo por la bellísima ciudad del Moldava, nació una amistad que cambiaría la historia de la literatura. 

Fran era feo, judío y sentimental. Dicen que salió a la rama melancólica de la familia materna. La paterna, al contrario, era hábil en los negocios y recia en lo físico, pero la lotería genética es así. Además de las orejas en forma de alas, Kafka heredó la tendencia a la morriña. 

Trabajaba en una oficina de seguros, nadaba en el río y de vez en cuando se enamoraba. A una de sus amantes, ¿o debemos decir amores?, la conoció en casa de Brod, al que veía prácticamente a diario. 

También escribía, claro, por eso lo conocemos, por convertir a Gregorio Samsa  en cucaracha, pero mientras estuvo vivo apenas algunas de sus historias fueron publicadas. La metamorfosis, sí, no sin antes pasar más de tres años en un cajón. La primera en leerla fue Felice Bauer. Como muchos enamorados, Franz y Felice se escribían varias cartas al día. Cuenta Pietro Citati en su biografía que el eficaz sistema de correos austro-húngaro permitía una entrega casi inmediata. Franz escribía el martes por la tarde y a las diez de la mañana Felice recibía la carta en Berlín. "Te escribo sólo porque quiero hacerlo, para mañana a las tres tener un instante la sensación de tu venturosa proximidad".

La historia que quería contar era otra, pero me topé con esa página y todo cambió. Tengo debilidad por las cartas de amor.

Murió cuando la tuberculosis le alcanzó la epiglotis y se hizo necesaria la morfina. Antes de eso, pidió a Brod que se deshiciese de todos sus papeles. Su amigo ignoró esos deseos y los conservó para siempre.

Dicen que si no hubiera sido por su empeño, por su utilización de técnicas de márketing, el nombre y la obra de Kafka se habría perdido en la arenilla de los tiempos.

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