Opinión

La erección del yo

El libro tiene reconocimiento del modo más absurdo, todos queremos escribir uno, pero pocos quieren leerlo

EL AUTÉNTICO profeta del futuro es el pasado. Eso decía Lord Byron y eso suponen los escritores que a menudo buscan episodios de la historia que entrelazar con el presente en sus novelas. La receta parece fácil, pero no lo es y a la espera del algoritmo que sepa mezclar los ingredientes y dar como resultado un best seller, en todas las esquinas del país hay alguien intentando conseguir un resultado brillante que entregar a una editorial. La mayoría se queda en las papeleras ahogando la posibilidad de los noveles que quizás tienen un poco de talento, sepultados estos por la montaña de originales que finalmente acaban en las bandejas de entrada de las falsas editoras que hacen el negocio del siglo con el ego de todos nosotros, dispuestos a pagar para presentarnos ante nuestros cuñados con el título de escritor.

Y me parece muy digno autoeditarse, claro que sí, pero no es necesario autoengañarse. Si me ha costado una pasta, no tengo editor, tengo ilusión.

El mal de nuestros tiempos es nuestra dificultad para distinguir el concepto que tenemos de nosotros mismos con el lugar que ocupamos en el universo.

En el mundo del libro, además, los egos se disparan hasta límites insospechados. Me decía el otro día una escritora fantástica que nunca había visto tantos flipados como en su entorno, a pesar de que por su otro trabajo trataba a menudo con grandes estrellas de la música o de la televisión, esos que sí tienen masas pendientes de lo que hacen o dicen o son.

Mi episodio favorito sucedió aquella tarde en la que un autor encantador tuvo una enorme erección mientras presentaba su libro en Cronopios. Bueno, quizás lo enorme era otra cosa. La foto viajó por el chat de todas mis amigas que pensaron que, después de todo, quizás la literatura era divertida.

El libro tiene reconocimiento del modo más absurdo, todos queremos escribir uno, pero pocos quieren leerlo. Estar en una librería todo el día a menudo es como vivir en una película de Berlanga, que era un genio porque contaba la realidad de lo que somos sin disfrazarla un poco.

A veces pienso que, cuando me retire, escribiré mis memorias libreras y serán un hit.

¿Veis? Yo también vivo pensando en escribir.

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