Opinión

Ser de papá

No sé si escribir de mi padre o de la guerra.

En Voces de Chernóbil , una de las escuchadas por Svetlana Aleixiévich empieza casi así: No sé si hablar de guerra  o hablar de amor. ¿acaso hay diferencia? 

A mí me pasa lo mismo hoy, aunque mi marido no sea un bombero muerto por los efluvios nucleares de una central cuyo derrumbe fue mucho más de un accidente, fue el ejemplo de un colapso de un sistema político que no se ha derrumbado lo suficiente como para no arrastrarnos a todos en su fracaso. Pero yo quiero hablar de amor. Amor al padre. 

Con el amor paterno pasa como con otros amores, una piensa que el suyo es único irrepetible, definitivo. Cada vez que hablo de feminismo pienso en mi padre, que es un hombre mayor y machista, educado para mandar y para que sus opiniones prevalezcan sobre otras, pero que es el hombre al que yo idolatro, capaz de amar, capaz de cambiar, capaz de educar, un hombre con pasión, con sentido del humor, un hombre con un fuego que jamás se apaga. 

Una vez, no sé cuándo, el único señor de mi vida me dijo, lo entiendo, yo nunca seré él. 
Y es verdad, yo soy de papá. 

Él me enseñó a ser libre, a posicionarme siempre en lugares donde pueda mirar a lo lejos, a ser inconformista y rebelde, a mantenerme firme mientras soy capaz de observarlo todo con la suficiente distancia, con perspectiva, a subirme a los lugares más altos, a extender la vista, a ponerme en los mil lugares del otro, a observar desde todos los puntos posibles, a tener mano de hierro en guante de seda. A soñar. A intentarlo. A desistir. A empezar de nuevo.

Él me dio la seguridad, el atrevimiento, las ganas de ir siempre más allá, la intolerancia al aburrimiento, la confianza, la indiferencia. También me dio la insatisfacción, la inquietud constante, la necesidad de novedad. No es todo hermoso en Elsinor, no existen los castillos sin torreones y sin cocodrilos, pero un padre te pueden inculcar que debes esperar la vida en los aposentos o que puedes salir pertrechada a la batalla de vivir. 

Suerte si tienes un padre como el mío. Lo único que tiene que hacer es confiar en ti. Como si fuera fácil.

Gracias, papá.

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