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Consensos

¿Qué mensaje estamos transmitiendo como sociedad si rompemos el consenso sobre el cuerpo de bomberos?

Bombero. AEP
photo_camera 'Heteropatriarcado'. AEP

EL PAÍS que dio el salto a la historia y a la práctica del pensamiento político moderno gracias a su manera de entender y ejecutar los consensos parece haber entrado en la crisis de los cuarenta, dispuesto a romper con todo, a dejarse crecer esa melenilla patética de vendedor de seguros rebelde y a cambiar el monovolumen familiar por una moto con carenado canalla o un Hyundai descapotable. Tampoco es tan grave, son etapas, crisis que si hay que pasar, cuanto antes mejor.

Constitución, unidad territorial, régimen del 78, autonomismo, monarquía, bipartidismo... no hay consenso que no estemos dispuestos a romper o cuestionar, no hay pacto que cien años dure ni acuerdo que no se pueda sustituir si así lo decidimos. Pero hasta en esto deberíamos partir de unos mínimos, un común denominador incuestionable, derechos, figuras que no admiten cuestionamientos. Por ejemplo, los bomberos. ¿Qué mensaje estamos transmitiendo como sociedad si rompemos el consenso sobre los bomberos?

De toda la vida, los niños de todas las generaciones han tenido entre sus principales aspiraciones infantiles de futuro el deseo de ser bomberos. Bueno, yo no porque mi naturaleza fue siempre perezosa hasta para las vocaciones y todo lo que he ido siendo ha sido arrastrado por las circunstancias, no empujado por el deseo. De hecho, nunca hubiera podido ser bombero porque desde muy pronto fui acomodando mi físico al mínimo indispensable para poder moverme con cierta autonomía. El resultado son cincuenta kilos de huesos cubiertos por unas cuantas arrugas y el tono muscular de un bolígrafo Bic; ni siquiera el naranja, el cristal, el que escribe normal.

Ahora pienso en los sacrificios inútiles que me he ahorrado por ser el niño que no deseaba ser bombero
 

Pero yo no soy ejemplo de nada, el caso que para los niños de todas las generaciones bombero era más que una simple profesión, era un término que encerraba unas aspiraciones vitales ligadas a la valentía, el riesgo, la entrega del héroe a la sociedad, la fortaleza... Y había consenso.

Ya no. El ayuntamiento de Zaragoza ha decidido esta semana boicotear el calendario que cada año protagonizan sus bomberos, no para complacencia propia o ajena, que a lo mejor también, sino para recaudar fondos para la ONG Dona Médula de Aragón. Es el típico calendario mil veces repetido en el que doce funcionarios muestran sus cuerpos de bomberos semitapados y haciendo posturitas con las mangueras, sin más historia. Pero el concejal de asuntos Sociales, un tal Alberto Cubero que milita en Zaragoza en Común, ha mandado parar porque "idealiza los cuerpos musculados" y promueve unos valores de "fuerza y virilidad" como modelo de éxito social. En definitiva, dice Cubero, fomenta un canon de belleza del ‘heteropatriarcado’.

Pues a lo mejor sí, ya he aclarado que no soy yo el más indicado para presumir de fuerza y virilidad heteropatriarcal, pero me pregunto cuál es el físico que el señor concejal considera adecuado para un bombero y que no sea ofensivo para el resto. Para acceder a este cuerpo, nunca mejor dicho, se han de pasar las pruebas físicas más exigentes, como es normal para unas personas que deben escalar escaleras de 30 metros vestidos con pesados trajes ignífugos y equipos de respiración y extinción, para meterse entre las llamas y el humo, romper a patadas algunas puertas y sacar al hombro a las posibles víctimas del incendio.

Si una de esas víctimas fuera yo, me gustaría que quien entrase a hachazos y patadas en mi casa en llamas fuera un armario de tres puertas que me cargarse a lomos como si fuera una pluma y me sacase de allá. A lo mejor el concejal en cuestión en esas mismas circunstancias se negaría en redondo al rescate por parte de uno de esos bomberos "musculados" que van por los incendios marcando paquete, solo por mostrar su "fuerza y virilidad"; es posible, porque cuenta la noticia que el señor Cubero destacó la "frustración e inseguridad" que supone para hombres y mujeres "enfrentarse a los roles culturales de belleza de la sociedad", como si esos roles fueran una imposición de nueva creación por parte del "heteropatriarcado" y no el resultado de las circunstancias y las preferencias que en cada momento histórico ha determinado la sociedad, ahora cuerpos fornidos, bronceados y estilizados, en otras épocas cuerpos generosos y rollizos o de tez enfermizamente pálida.

No sé, ya no digo nada, porque igual resulta que me estoy convirtiendo sin saberlo en uno de esos articulistas avejentados y cipotudos, pero me parece que hay estar muy traumatizado y tener una personalidad muy inestable como para sentir "frustración e inseguridad" ante un calendario solidario de bomberos. Lo bueno es que ahora pienso en los esfuerzos y sacrificios inútiles que me he ahorrado por ser el niño raro que no deseaba ser bombero y doy gracias por haber moldeado este despojo de cuerpo con el que puedo caminar con la cabeza bien alta, incluso por Zaragoza, sin que nadie se sienta ofendido. a lo mejor incluso es el principio de un nuevo consenso.

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