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Los crímenes de Ponte Caldelas

"Sólo me quedan siete días de vida y he de hacer siete muertes", ese fue el escalofriante grito de guerra de el asesino en serie de la tranquila Aldea de Abaixo en Cuñas (Ponte Caldelas). Lo recuerdan los periódicos de la época como un suceso sobrecogedor que mantuvo en vilo a la prensa y a todos los vecinos la Noche de Reyes de 1918.

El protagonista fue Segundo Lorenzo de 32 años, también conocido como Segundo de Pedro, cantero de profesión, casado y con tres hijos, "de estatura regular, moreno, de ojos negros y usa bigote" Había estado en América y en varias provincias españolas a las que se trasladaba por su profesión. En ese momento trabajaba en unas obras en unos panteones del cementerio de Ponte Caldelas. Los antecedentes no eran nada buenos porque ya había matado a un hombre en Asturias en una pelea multitudinaria de gallegos contra asturianos.

Juró vengarse por la negativa de la comunidad de Cuñas a asignarle dos parcelas para esquilme de un monte comunal. Lo primero que hizo fue incendiar el monte y había una denuncia que perdió por esos hechos: "Este monte no será para mí ni para vosotros. Ya os pillaré a todos juntos". Y así lo hizo la Noche de Reyes. Los vecinos habían salido a la calle, después de la cena, con sus hijos para cantar villancicos cuando Segundo los acechó mientras cantaban en una taberna: Llevaba un palo, una navaja y un revólver. Al primero que agredió fue a Inocente Peleteiro con dos garrotazos en la cabeza, lo mismo hizo con dos mujeres y Secundino Hermida, después de recibir lo suyo, consiguió hacerse con el palo. La gente corría pidiendo auxilio y al llegar al cuartelillo de la Guardia Civil no encontró a ningún agente porque estaban en Pontevedra.

Segundo sabía perfectamente a quien quería matar y pasaba al lado de resto de los vecinos con una frialdad y templanza sobrecogedora: "Este abrigo lo conservaré mientras no mate a su dueño... Después con el abrigo cubriré su cadáver". Al no encontrar a los agentes los vecinos corrieron a la casa del juez y Segundo los siguió, sacó su revólver y se lió a tiros. Asesinó por sorpresa a María Hermida e hirió a otras cuatro personas. Cuando se le terminaron las balas blandió una navaja hiriendo a siete personas, y amenazó de muerte al notario, al juez y al farmacéutico. Víctor Fráiz, el maestro, se presentó con un revólver con la intención de desarmarlo a lo que Lorenzo le dijo: "Decídase, que le conviene". Fráiz apretó el gatillo pero del arma no salió ninguna bala. Se inició una larga persecución hasta que el maestro se tiró por un terraplén para salvar la vida.

Después de semejante brote de furia criminal Segundo quiso beber y lo pidió agua a gritos mientras salía del pueblo. El único que se atrevió a acercarse fue el cura, el Sr. Gradín, que lo acompañó hasta la fuente donde bebió con total tranquilidad. Los heridos graves los bajaron en un carro al Hospital de Pontevedra: Fallecida María Hermida Cal, heridos José Orge marido de la anterior con dos tremendas puñaladas, el hermano Manuel Hermida con una puñalada, herido de bala un sobrino de los anteriores, Manuel Gómez con una puñalada. Aún así Segundo dejó bien claro que le faltaban cuatro por matar. Los días siguientes el pueblo entero permaneció en sus casas porque tenían la impresión de que el asesino merodeaba por las inmediaciones esperando cobrarse su siguiente víctima.

Llegaron noticias de que Segundo Lorenzo se encontró con un conocido en Ourense que al ver la heridas en la cara el criminal le explicó que eran debidas a una pelea con un carretero. Se fueron a comer juntos y después Lorenzo huyó a Portugal donde se sabía que tenía familiares y amigos, según la versión de su amigo. Lo que son las casualidades de la vida, esta noticia llegó a oídos de un hijo de una de las víctimas, que estaba en Lisboa y se puso manos a la obra recorriendo las calle y pensiones para dar con el asesino de su madre. Llegó un telegrama que afirmaba que a Segundo lo apresaron saliendo de una fonda. Avisado el hijo de la víctima para que reconociera al detenido aseguró: "Este, este mismo es el asesino. No lo dejen marchar". Pero pasado el tiempo no se tuvo ninguna noticia más y las autoridades empezaron a sospechar que el telegrama fue obra del asesino para despistar a la justicia.

Nueve meses más tarde la Policía Municipal de Vigo aseguraba haber detenido a Segundo en la calle Pi y Margall. Ante el Juez de Instrucción Segundo reconoció ser el asesino y que se encontraba en Vigo con intención de huir en barco a América . Segundo fue juzgado y los informes médicos determinaron que estaba loco, así que se le recluyó en un manicomio.

Fuentes: Hemeroteca y Elvira Crespo Casal.

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