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Matías, el sereno de Santa María

ES LA tercera vez que dedico la contraportada a los serenos porque en su momento fueron muy populares pero, hoy en día, poca gente se acuerda de ellos. Después de las anécdotas de Teolindo y la caída de Juan de Dios por el puente de A Barca, bien merece la pena rendir un pequeño tributo al sereno de Santa María.

Matías se hizo sereno un buen día, cuando el hambre se hizo presente a finales del XIX. Antes había que buscarse la vida como se podía. Era un hombre "alto, de buena fibra y huesoso y colorado, cuidaba sus prendas de vestir más que su propio cuerpo".

Se alistó en el Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, cuya misión era para la seguridad y vigilancia "hacer la guerra al contrabando, prevenir sus invasiones y reprimir a los contrabandistas", y combatió en las Guerras Carlistas, por lo que de temas de orden sabía lo que no estaba escrito, así que la profesión de sereno le venía como anillo al dedo. Pero un buen día "tomó la absoluta", como se decía de aquella y, como ésta no concedía retiro ni jubilación, se hizo sereno.

Hacía su ronda por el barrio cada media hora y eso le dejaba mucho tiempo a uno para pensar en lo divino y lo humano. Según las crónicas cantó la hora durante muchos años en el barrio.

Hace unos meses había publicado, en Sereno, una profesión de riesgo, que en 1897 a la una y media de la madrugada unas mujeres, que regresaban del horno de Santa María, vieron llamas en la calle de "La Soberanía Nacional". Dieron la voz de alarma. El sereno, que ahora sé que era Matías, tocó el pito y reunió a un buen puñado de gente. Las campanas de Santa María repicaron. En la casa vivía la familia de García Escudero. Pero aunque los vecinos acudieron con "sellos de agua" y a eso de las cuatro de la mañana lograron extinguir las llamas, aunque la casa se quemó totalmente.

Cuando esos años hicieron mella en su salud, al no poder soportar los largos inviernos en la calle y se acurrucaba en un portal, presentó su dimisión en el Ayuntamiento de Pontevedra un mes de septiembre de 1899 "con su calzado lustroso, la cara afeitada como de costumbre y su traje limpio como si aún fuera a pasar revista, le vimos marchar con las prendas del Ayuntamiento en la mano".

La vida a veces es muy ingrata porque, de su entrega y diligencia, él mismo comentó: "Pedí algo al Alcalde para el viaje, pero sólo me dieron diez reales. Es toda mi jubilación". En este periodo fue alcalde Ernesto Caballero Bellido. Su vida nunca se vio recompensada "ni con la pensión oficial ni con la gratitud de la sociedad por él servida con lealtad y heroísmo".

Se fue a pasar el tiempo que buenamente le quedaba con un hijo suyo, que también era carabinero. Matías murió en el más absoluto de los olvidos, se fue sin prisa, sin avisar y sin hacer ruido.

Sólo he encontrado una referencia de su vida en el Semanario Republicano El Combate del tres de septiembre de 1899. Si alguien tiene alguna información a mayores le agradecería me la hiciera llegar.

Fuentes: El Combate, Semanario Republicano y hemeroteca.

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