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Sastrería Valiño, cincuenta años de historia

Nadie mejor que Valiño para relatar horas y horas de trabajo artesanal confeccionando trajes a medida a lo largo de cincuenta años. Su labor se reconoce a nivel nacional

"POR VANIDAD, NO, sino por consideración a los que nos rodean y a nosotros mismos, y también por conveniencia, debemos vestir bien". Así se anunciaba en 1927 la Sastrería Inglesa propiedad de Antonio Tasis, sita en el 38 de la calle Michelena.

Vestir bien ha sido a lo largo de los siglos una forma de destacar diferentes clases sociales. Hoy el vestir ya está al alcance de todos; pero el resultado de un buen corte, que una pieza de ropa se ajuste como un guante, sigue siendo producto artesanal y a medida, lo que justifica su precio.
Jesus Valiño en la sastrería
En Pontevedra destacaron a finales del s. XIX sastrerías como Gran Sastrería Villa de Madrid, en la calle del Comercio nº17; a principios del s. XX la Sastrería Orensana, en la calle Don Gonzalo nº1, o El Globo, en el nº4 de la Oliva. La competencia era feroz y se llegaron a anunciar en Pontevedra sastrerías de A Coruña, como fue el caso de Feal.

Pero hoy vamos a hablar de Sastrería Valiño, la única sastrería que queda en Pontevedra con más de 50 años de historia. Jesús Valiño González nació en Caneda, Santiago de Morillos, en Campo Lameiro. Su madre, Elisa Valiño, le dijo que o se hacía sastre o tenía que trabajar en la huerta. En la familia sólo un bisabuelo suyo había trabajado en el gremio y Valiño reconoce que no le gustaba la sastrería como profesión. Lo hizo por complacer a su madre, pero con el tiempo y la relación con sus clientes cambió de modo de pensar. Le marcó la novela Cuerpos y Almas, que relata los inicios de un médico, y llegó a la conclusión de que "si quieres algo tienes que sacrificarte", explica. Hizo el servicio militar y al regresar trabajó un mes con Abuín, después en la sastrería de Gumersindo Vázquez y en la Sastrería Torres.

Su primer local lo abrió en el segundo piso del Carabela en los años sesenta, en números rojos y con 3.000 pesetas que le dejó su madre. Con ese capital compró la máquina de coser a plazos, la mesa de cortar y la máquina de planchado y acondicionó un poco el local. En aquel momento había en la ciudad más veinte sastrerías con cuatro o cinco trabajadores cada una, explica Valiño. Al principio no tenía pañería y el cliente traía las telas, entretelas, guata o forros; clientes que se los mandaban a su sastrería comercios como Olmedo, Simeón, La Moda o Teodoro Carrasco, para los que Valiño a su vez hacía "arreglos de sus composturas".
Valiño tomando medidas a Tkachenco
Eran tiempos en los que vestirse en una sastrería era algo normal porque no existía mucha oferta de ropa confeccionada, pero la competencia hacía que trabajara jornadas de 12 o 17 horas, con la única compañía de la radio. El horario que hacía entonces era de 7 de la mañana a 12 de la noche, contando con que algunas noches se quedaba a dormir en el local: "Trabajo, trabajo y más trabajo". Comenta entre risas que "los vecinos del taller las debieron de pasar moradas porque la máquina de coser funcionaba hasta las doce de la noche", además de que trabajaba los domingos por la mañana. Pasados unos años se trasladó a las Galerías de A Oliva.

En una sastrería el cortador "es el alma mater" del negocio y Valiño considera muy importante estar al día en los gustos y cortes que se llevan; aunque hace unos años que, como los cambios fueron tan rápidos, decidió diseñar ropa que durara más tiempo a modo de fondo de armario. Valiño se formó por libre a través de revistas de moda, asistiendo a certámenes y a cursos de psicoestética con el objetivo de "adivinar lo que el cliente busca tan pronto lo ves entrar por la puerta", comenta. Cuando otras sastrerías empezaron a decaer la suya comenzó sus años dorados, coincidiendo con el ‘Hai que roelo’.

Algunos ejemplos de clientes conocidos que vistió fueron: el jugador de baloncesto, pívot ucraniano de la selección soviética, Vladimir Tkachenco, de nada menos que 2,25 metros de altura y con un 56 de pie (1,30 m el pantalón, 1 metro de chaqueta y 0,85 m de manga), que llegó de la mano del Brujo y casi termina con la tela; Amador Larriba y Camilo Gómez le regalaron un traje a Manuel Benítez el Cordobés (48 de pecho y 38 de cintura) porque venía a torear a Pontevedra y se alojaba en el Hotel Universo (después se convirtió en cliente habitual); Domingo Dominguín, dueño de la Plaza de Toros, sus hijos y su hermano Pepe, además de Ángel Teruel.

Cuando Valiño vestía a Gonzalo Torrente Ballester, su mujer, Bernarda, reconoció que nunca había estado tan elegante:"A él le gustaba vestir tipo inglés con franelas y cheviots", recuerda Jesús. Hay una estatua del escritor en una cafetería que frecuentaba en Salamanca que viste uno de sus trajes. En Pontevedra confeccionó uniformes para varios generales y fueron clientes suyos los gobernadores civiles y presidentes de la Diputación, entre otros. Recuerda cuando se publicaron unas declaraciones suyas en los ochenta en las que decía que si Felipe González salía presidente tendría que dejar la chaqueta de pana y el pantalón vaquero para las fiestas camperas, y así fue.

Otro cliente muy conocido fue Luis del Olmo. Recuerda que su relación empezó cuando veraneaba en el Pazo El Revel en Vilalonga y una vez le quemaron el pantalón. Entonces le pidieron ayuda a Valiño para que les hiciera otro igual, y como por casualidad tenía la misma tela, Luis del Olmo se quedó encantado y se hicieron muy amigos.

Reconoce ser un sastre inquieto que intentó diferenciarse de los demás buscando la mejor calidad de tejidos, el corte, los acabados y siendo puntual en las entregas. Ha viajado mucho mirando escaparates para inspirarse y saber cuáles eran las tendencias del momento: "He llegado a entrar en las tiendas de Barcelona tres veces", explica. Destaca la importancia de mimar al cliente, hacer el menor número de pruebas posibles y darle a la prenda un toque que vaya con el estilo de la persona. En La foto de grupo podemos ver a compañeros de la época: Luis Germán, Torres, Carlos Silva, Gumersindo Vázquez, Maximino Otero, Aníbal Pérez Conde de La Gran Tijera, Celestino Iglesias y otros.

Desde 1992 pertenece al exclusivo Club de Sastres a nivel nacional. Hoy es la única sastrería de aquellos años que sigue abierta y, aunque quiere jubilarse, sus clientes no dejan de entrar para comprar o encargarle trajes. "Es un dejarlo con tristeza", comenta, porque «a un cliente que pasó hoy le hice un traje para su boda hace cuarenta años; ahora se va a hacer un traje para la boda de una hija y me decía que no me jubilase». Otros le dicen: "Jesús, ¿cómo se va usted a jubilar si tiene una mentalidad de chaval?". Jesús Valiño es un sastre que sudó la camiseta para llegar a lo más alto: un hombre hecho a sí mismo.

Fuentes: Charla con Jesús Valiño y hemeroteca de El Diario de Pontevedra.

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