Opinión

Auschwitz, el triunfo de la indiferencia

Este lunes se conmemoró el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz. Un buen momento para reflexionar sobre los horrores del Holocausto y para recordar a Elie Wiesel, escritor, profesor, periodista, filósofo... conocido por ser «un mensajero de la humanidad; su mensaje es el de la paz, el resarcimiento y la dignidad humana», tal y como reconoció el comité que le concedió el Premio Nobel de la Paz en el año 1986.

En 1944, cuando tenía 14 años, Wiesel fue deportado junto a su familia judía desde su Hungría natal a Auschwitz-Birkenau y posteriormente a Buchenwald, donde sería finalmente liberado por las tropas aliadas. Sus padres y su hermana menor no lograron sobrevivir al cautiverio, pero sí sus dos hermanas mayores.

Wiesel, etiquetado en su brazo izquierdo como prisionero A-7713 a su llegada al campo de exterminio, es autor de más de una veintena de libros en los que relata sus vivencias durante aquellos tenebrosos años. Además, el estadounidense de adopción se cuestiona el silencio de los aliados y del Dios judío antes del apocalipsis que el Holocausto supuso.

Wiesel fue etiquetado en su brazo izquierdo como prisionero A-7713 a su llegada al campo de exterminio

«Nunca olvidaré aquellas llamas que consumieron mi fe para siempre. Nunca olvidaré ese silencio nocturno que me privó, por toda la eternidad, del deseo de vivir. Nunca olvidaré aquellos momentos que asesinaron a mi Dios y mi alma, convirtiendo mis sueños en polvo. Nunca olvidaré estas cosas, aunque esté condenado a vivir tanto como Dios mismo. Nunca», escribió. 

¡Cómo entiendo a Wiesel! Tras la muerte de mis padres me cuestioné —todavía lo hago— esa misma paradoja del mal, que existe desde el mismo momento en que el ser humano cree —o decidió creer— en un solo Dios omnipotente y benevolente. Pero ¿por qué, si todo lo puede, no evita el mal, el sufrimiento, las injusticias? ¿Por qué se lleva lo que más queremos de forma prematura?

Pero ¿por qué Dios, si todo lo puede, no evita el mal, el sufrimiento, las injusticias? ¿Por qué se lleva lo que más queremos de forma prematura?

Lo explica muy bien la periodista Yaiza Martínez: «Los creyentes buscan sus respuestas a la paradoja de Epicuro en la ciencia, en las inabarcables razones del Creador o en el karma, por ejemplo. Sin embargo, siguen sin encontrar una solución que convenza a los no creyentes y los sustraiga a su pesimismo laico; para estos, las evidencias del inmenso dolor del ser humano, e incluso de los animales de la Tierra, no dejan lugar a dudas».

Corolario: En Auschwitz había fe. Sobraba fe. Pero todo fue en vano. Cientos de miles de devotos judíos encontraron allí una muerte horrible, injusta y prematura ante la indolencia de su Dios y de los hombres. No sabemos las razones. En consecuencia, la lección primordial que hemos aprendido es que «uno de los principales enemigos de la dignidad humana es la indiferencia», tal y como insistía Elie Wiesel.

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