Opinión

Camposantos sin cruces

MILES DE personas abarrotaron estos días los innumerables cementerios gallegos para honrar a sus muertos. Sobra decir que de nuestros difuntos nos acordamos siempre, no hace falta una fecha o un lugar concretos, pero en los camposantos se desbordan los sentimientos. Tal vez porque allí es en donde nos separamos físicamente de quien tanto amamos. Y sufrimos por ello, por desprendernos de lo tangible y quedarnos con los recuerdos. En realidad, lo que guardamos en la memoria es lo realmente importante. Y si esto es así, da igual que los cuerpos se consuman en el cementerio, en el fondo del mar o en una vasija en el salón de casa. Allí... no queda nada. Consecuentemente, me parece absurdo el debate provocado por la Iglesia católica con la prohibición de esparcir las cenizas de los difuntos. Veamos. Las religiones se basan en la creencia de una vida eterna una vez que la terrenal se haya acabado. «Estamos de paso», dicen. Si esto es cierto, ¿qué más dará dónde se quede la materia una vez que el alma repose en el reino de los cielos? Entonces, convendrán conmigo que en los camposantos las cruces son prescindibles. Le fe no necesita visibilizarse.

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