Opinión

Abrirse de orejas

COMO SIEMPRE hay una primera vez para todo, ayer me estrené en una disciplina de dudosa ética: apuntar frases de una conversación ajena con el único propósito de utilizarlas en esta columna. En un bar, dos tipos hablaban ante un ordenador casi haciéndose los interesantes. Durante más de una hora intercambiaron expresiones tan delirantes como pedantes. Tanto insistieron, que no me quedó más remedio que recopilar tanta chorrada: «abanico de posibilidades », «opción generalizada», «recorte de carteras», «plus de autenticidad», «gerencia intensificada», «ampliamos la competitividad», «objetivos prioritarios», «cobertura mediática», «apuesta por la imagen pública», «captación de la realidad», «impulso temporal». Y así. Durante más de una hora traté de averiguar de qué estarían hablando. Pero nada. Uno parecía ser el jefe y el otro era una especie de toma de tierra porque casi a cada frase conectaba con el mundo real con una expresión muy mundana: «¡Hostia!». Él decía «hostia» y el otro volvía a la carga, azuzándole con frases hechas durante hora y pico hasta que al final todo tomó forma: «¡Hostia! ¡No entiendo nada!». Y dejé de anotar sintiéndome mucho más aliviado.

Comentarios