Opinión

Baloncesto y Edad Media

SI NO les gusta el baloncesto estos días se están ahorrando una lección de historia televisada a medianoche. Yo me la inyecto cada 48 horas, cuando juega Estados Unidos. Este equipo de señoritingos superdotados para este juego se comporta como aquellos nobles que iban a una posta en el medievo y, para evitar sobresaltos, enfrente les ponían al tonto del pueblo con una armadura que, sobre todo, ocultaba su identidad. Ellos se regodeaban un rato y luego se iban a comer un ciervo recién cazado. Estos igual. Ríen y bailan sin venir a cuento, se pasan el partido haciendo el saludo militar y subnormalidades por el estilo cada vez que hacen algo espectacular, que es muy a menudo. Hasta que el miércoles se les cruzó Australia, el equipo de la Revuelta Irmandiña extrapolada a Río de Janeiro. Les fue ganando casi todo el partido y su risa estúpida transmutó en más codazos de la cuenta y la cara de tonto que se le pone al que no entiende nada. Pero ahí está la organización de la posta representada por los árbitros. Se aseguraron a base de bien de que a los señores no les alanceasen los lacayos. Los yankis parecían disfrutar de ganar un partido amañado. Hicieron bien, ya me avergoncé yo por ellos.

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