Opinión

Correos y la DGT

LA PRIMERA vez que me llegó una carta me hizo tanta ilusión que esperé una tarde para abrirla y contesté aquella misma noche. Últimamente escribí alguna y estoy muy orgulloso de darle vidilla a ese método de comunicación que hace como si me metiera en ‘'Doctor Zhivago'’, que no es cualquier cosa. Pero el autoengaño es una medida temporal que no compensa. La realidad es que paso a diario por delante de dos buzones y ni los miro. La semana pasada vi un sobre blanco en el de mi casa que me pareció sospechoso: era cuadrado, no rectangular y con ventanilla, como los de los bancos. Aunque me dio un respingo fue pura engañifa. Me ofrecían un crédito que ni necesito ni me conviene y por lo tanto no me interesa en absoluto. Son estas desilusiones cotidianas las que están acabando con el servicio de Correos y no el WhatsApp o el email. Alguien se las arregló para que nos lleguen al buzón solo cosas que o no nos interesan o nos dan un disgusto. ¿Para qué? Para exterminar a los fabricantes de lacrados, que por alguna razón eran todos unos bolcheviques subversivos. Menos mal que está ahí la DGT: ponen multas absurdas, sí, pero porque son unos románticos y echan de menos '‘Doctor Zhivago'’.

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