Opinión

El ocaso de un símbolo

ALGO MALO les está pasando a los ricos y tiene difícil diagnóstico. Están mutando. A 150 metros de la casa donde me crié había dos hostales. En verano su aparcamiento se llenaba de coches y me divertía ver aquellos ejemplares exóticos que se salían del 124 o el R5. Un día de verano que andaba jugando en una fuente que había (todavía la hay) allí paró un Rolls Royce antiguo. Un señor que entonces me pareció un anciano se bajó a preguntarme cómo se iba al Parador. Era un enorme coche verde presidido por su inconfundible insignia dorada. El hombre se dio cuenta y me dejó echar un vistazo. Nunca había visto madera dentro de un coche y confirmé mis sospechas: tener un Rolls Royce era lo más de lo más. Ayer leí algo que no comprendí: Rolls Royce está al borde de la desaparición y pierde miles de millones. Si los ricos son cada vez más ricos: ¿qué clase de coches se compran ahora? ¿No comprenden que Lexus son para la clase media-alta, Ferrari para los horteras y los Aston Martin para las carreras? Ellos verán lo que hacen porque sobre ellos recae la responsabilidad. El resto vemos un Rolls Royce y lo único que se nos ocurre es arrancarle la insignia.

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