Opinión

El precio de la ignorancia

NO TENGO la menor idea de coches. Y no solo eso: en una escala del 1 al 10 me interesan en torno al 3. Solo quiero que anden sin dar problemas. Pero no me autoengaño: nadie sale impune de la ignorancia. Eso es una mentira gigantesca y muy peligrosa montada entre las empresas farmacéuticas, los fabricantes de bollería industrial, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Real Madrid y el Barça, el sistema de partidos y los físicos de partículas. Por eso nada más cruzar la puerta de un concesionario el tipo que te atiende con una sola mirada ya sabe cuánto te va a clavar porque no tienes ni la más remota idea no ya de lo que estás hablando, ni tan siquiera de lo que quieres y, muchísimo menos, de lo que en realidad necesitas. Por eso hace ya tiempo que dejé de seguir todo esto de la formación de gobierno: no es ya que nadie sepa de lo que habla, es que llegó un punto en que en el fondo a casi nadie le importa. Y desde luego no sabemos lo que queremos ni, por descontado, lo que necesitamos. Así que nos hacen una oferta de algo que acaba de salir: un híbrido de algo que ya había antes y gastará menos. Ya dije que la ignorancia se paga: si gasta menos, por algo será.

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