Opinión

El viento que sopló ayer

NO SÉ si creer en lo que no creo, pero creo que el viento de ayer era un viento maligno. Nada de las suaves brisas primaverales de Rubén Darío que acarician a los amantes unidos bajo un abedul. Era un viento traicionero que parecía aventurar algún tipo de desdicha. Una suerte de aquel Hermes mensajero pero al revés que ya describió muy bien Poe dándole forma de urraca. Hay un viento fabuloso contra el que apetece luchar porque viene de cara y trae lo que ves: una tormenta. Te plantas ante él y te sientes como Paul Newman en ‘'La leyenda del indomable’', pidiendo a gritos que si hay alguien ahí arriba te fulmine con un rayo. Pero nadie escucha tu desafío salvo el vendaval desatado. Pero el de ayer no. Era solo un aire torvo y ladino, esquivo cuando tratabas de afrontarlo y portador de un frío que no encaja en esta época del año, elegido para torturarnos y meternos en la cabeza la idea de que algo malo va a pasar. Si pasaba esto hace un milenio y medio morían al menos dos personas: la que mataba el viento y la que mataban por bruja. Nosotros evolucionamos y aunque queremos matar a alguien nos contenemos y meditamos qué nueva desgracia se nos viene encima.

Comentarios