Opinión

Esclavistas de diseño

AYER LEÍ con preocupación la noticia del juicio a un tipo que contrató, o algo así, a dos albañiles a los que dijo que pagaría 50 euros al día a razón de diez horas de trabajo. No vieron ni el primero. El relato me angustió, pero como soy básicamente superficial, no por el esclavismo manifiesto, sino porque pensé qué pasaría si juntásemos a ese empresario con Carles Recio, el tipo de la Diputación de Valencia que es jefe de archivos allí y no fue a trabajar ni un solo día en diez años. La negociación generaría un diálogo de besugos a lo grande. El constructor haciéndose valer y anticipando que el horario es de ocho a ocho con dos horas para comer y el otro contestando que todo muy bonito, pero que son 50.000 al año por adelantado. Como soy un ser humano con sentimientos, igual que usted, pensé en cuál de los dos me da más asco. Es complicado. El cuerpo me pide al constructor, pero no pude sacarme de la cabeza las palabras del otro en la tele: «Yo trabajo como un negro», mientras el empresario obedeció a su abogado y se declaró culpable. Así que me quedo con el valenciano. El esclavismo finolis sigue siendo esclavismo, pero empeora si te llaman tonto a la cara.

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