LE PARECERÁ una presunción, pero intuía que iba a pasar algo con las Barbie. Me di cuenta cuando obligaron a una tuitera pirotécnica autodenominada @barbijaputa a cambiarse el nombre. Lo que no sospechaba es que iban a dotar a la Barbie de unos buenos michelines con la idea de luchar contra las Frozen, las Monster High y otras competidoras que el paso de los años les fue poniendo en el camino. Lo que se me escapa es el razonamiento empresarial: ¿esperan vender más haciendo más gorda la muñeca? No sé si esto suena machista, pero la verdad es que lo dudo. Barbie, y Kent, y tras no sé cuántas décadas esto creo que está asumido, son un ideal de belleza. Y para ser exactos un ideal de belleza de algunas adolescentes norteamericanas. Es decir: dos meapilas de tomo y lomo. Ahora bien, subirla de la talla 32 a la 42 no va a conseguir el verdadero objetivo de sus creadores, que no es la expansión del feminismo, sino la expansión empresarial. De alegrarme por alguien lo hago por Kim Basinger, que podrá volver a comer con fruición. Fue la única que logró suplantar la belleza de las Barbie en la vida real. Al fin podrá comerse unos huevos fritos con chorizo.
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