Opinión

La suerte y el elefante

LLEVO UNOS días viendo a diario un elefante que trae suerte. Lo sé porque lo pone: «Elefante de la suerte». Como me coincidió a fin de mes miré la nómina para ver si se me habían subido el sueldo, pero se ve que no es ese tipo de suerte. Busqué en mi interior con el fin de comprobar si se habían expandido mis conocimientos solo con mirar al horizonte, pero mi horizonte estos días no iba más allá de la pantalla del ordenador en el que ahora mismo estoy escribiendo esta columna, así que tampoco. Repasé mi día a día con extrema delicadeza, para ver si el café estaba más bueno, si los calamares habían bajado de precio, si me encontraba 50 euros por la calle, cubrí la Primitiva para mañana pero ya sin mucha convicción, eché agua en un vaso solo para mirarlo y ver si se me antojaba medio lleno o medio vacío, pero no acabé de verlo claro. Eso me desanimó porque tenía pensado hacer alguna apuesta por internet. Luego caí en la cuenta de que al fin y al cabo el elefante no es mío, así que tal vez esa sea la clave, porque recordé aquello de que la suerte es el nombre que damos al éxito de los demás. Así que está claro: necesito tener éxito o, en su defecto, mi propio elefante.

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