Opinión

La vida con una sonrisa

SI LE gusta el cine, pero de verdad, tendrá decenas de listados de favoritos de las cosas más peregrinas. En cuanto a finales, me quedo con el de '‘Las aventuras de Jeremiah Johnson’', esa en la que Robert Redford se va a vivir a las montañas y le pasa de todo. Tras peleas y peleas a cara de perro con los indios, la película acaba con lo que parece que va a ser otra más, pero entonces el indio le levanta la mano a modo de saludo y le sonríe. Redford le devuelve el saludo, fundido en negro y ‘'The End'’.

Este martes en As San Lucas dos camareras diferentes en dos bares distintos me sirvieron otros tantos cafés con una sonrisa tonificante. Que yo sepa, ninguna de ellas tenía nada contra mí. Así que la recibí encantado. Ellas no saben lo difícil que es que te pase eso en un pueblo el día de la fiesta, con cientos de personas revoloteando y el ajetreo enloquecido de esos días en que los cafés y los martinis se mezclan sin solución de continuidad. En el siglo XXI las sonrisas sinceras están infravaloradas. Como la frivolidad, la cocina en horno de leña, la enciclopedia Larousse o la aerodinámica de las libélulas. Si es de las que se para a mirarlas a orillas de un río, hágase camarera para servir los cafés con una sonrisa.

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