Opinión

Nada es lo que parece

UNA MUJER compró ayer cerillas en Burela. Durante un rato tuve la esperanza de que fuesen para encender un quinqué. Pero luego la llamaron al móvil y el hechizo se rompió. Por unos segundos albergué la esperanza de que la mujer fuese fumadora y utilizase uno de aquellos mecheros tipo ‘steel’, de los que dabas una manotazo con la palma de la mano a una rosca y se chamuscaba una cuerda de color rojo y blanco. Se me ocurrió que podría ser porque compró un paquete de Sugus y otro de chicles de menta y entre una cosa y otra colegí que era una nostálgica que no quería que le oliese el aliento a tabaco. Pero en la puerta del súper le esperaba un hombretón en chándal con pinta de Geiperman que la besó en la boca sin contemplaciones, así que no me pareció que le oliese el aliento a Lucky Strike. Cuando ya renunciaba a la suposición de que la joven se hubiese quedado anclada en un pasado perdido vi que calzaba unas Converse verdes y otra vez me sobrevino la esperanza, pero de nuevo me fijé en que estaban demasiado limpias como para ser unas supervivientes. De todo aquello no queda ni La Casera: lo que se ahorraron con el envase lo desperdiciaron en encanto.

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