ESTARÁ CONMIGO en que una buena campaña publicitaria vale mucho más de lo que cuesta. La última del iPhone 6 de Apple es asombrosa, puede ser que gratuita y casi con total seguridad improvisada sobre la marcha. Es esa en la que la historia oficial narra cómo la todopoderosa Apple se plantó como inesperada defensora de los derechos individuales y se negó a enseñar al Gobierno de Estados Unidos a acceder a uno de sus archifamosos y carísimos teléfonos, ni siquiera para ver qué guardaba en él un terrorista. Eso sí, no sé cómo se la consintieron. Porque cada vez que leí algo al respecto lo primero que pensaba era que esa gran superpotencia que es Estados Unidos no era capaz de acceder a un simple teléfono. Nadie en el FBI, la CIA, la ASN, ni tan siquiera en la NASA, conseguía meterse en el dichoso iPhone. Ya no digamos las fuerzas especiales, que imagino que habrán propuesto dispararle al cacharro. El pulso duró un par de meses más o menos y, al final, parece que los yankis accedieron al teléfono sin necesidad del pin. Y todos contentos: el mundo al parecer es un lugar más seguro y Apple demostró que sus teléfonos son la caña y que no les tose ni el mismísimo Obama.
