Opinión

Siempre hay una cámara

EL AÑO 92 se nos quedó grabado a muchos a fuego. Ni Juegos Olímpicos ni Expo de Sevilla: fue el año en que fui un día al cajero a sacar dos mil pesetas y en la cuenta había más de quince millones. Si me concentro en silencio puedo verme a mí mismo ante aquel cajero de Madrid mirando a los coches aparcados buscando una cámara oculta. Aún puedo sentir aquel quemazón en el pecho. Hasta sopesé entrar al banco y llevarme un millón en metálico. Estuve allí tanto tiempo que acabé por volver a realidad. En lugar de dos mil saqué cinco mil pesetas. Me dije que hay cosas que, simplemente, no pueden ser. Algo así debió de sentir Rajoy al enterarse de que la prensa del Parlamento le nombró mejor orador. Sí, el mismo de «somos muy españoles y mucho españoles». Le imagino rebuscando en la carta el logo de '‘El intermedio'’. Y es que, repito: hay cosas que simplemente no pueden ser. Para mí que por eso no fue a recoger el premio, porque aunque es evidente que es un mal orador, es muy inteligente y sabe de sobra que eso es así. Desde luego mucho más listo que otros que reciben el premio al periodista independiente del año y ni siquiera buscan la cámara oculta.

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