Opinión

Primavera, poesía, paz

"Tristes guerras/ si no es amor la empresa. Tristes armas/ si no son las palabras. Tristes hombres/ si no mueren de amores"

HOY, DOMINGO 20 de marzo, es el día del equinoccio y con él se inaugura, desde el punto de vista astronómico, la primavera en el hemisferio Norte, una vez que el tiempo de día ha igualado al de la noche (si bien la identidad perfecta se produce unos días antes, en el ‘equilux’, que este año ha tenido lugar el pasado jueves 17). A partir de este momento, la luz va ganando terreno a la oscuridad hasta alcanzar su máximo en el solsticio de verano, a finales de junio, para desde entonces volver a decrecer lentamente hasta el invierno.

Es por este avance de la luminosidad del sol frente a las tinieblas nocturnas, que la primavera se asocia con la esperanza y el optimismo; también con el resurgimiento de la vida, ya que las hojas de las plantas vuelven a brotar y los bosques reverdecen, mientras que la reducción del frío y el paulatino incremento del calor alientan a todos los organismos a vivir, a crecer y a ser más. También, sin embargo, es la primavera, como época de transición entre el invierno y el verano, un período de cierta indefinición, con continuos cambios atmosféricos que propician alteraciones del estado de ánimo, y, en general, una emotividad más intensa en los humanos. Pues nosotros no somos ajenos a los ritmos de la naturaleza, sino que, conscientemente o no, vibramos con ellos según su diversa modulación.

Será por ello que coincidiendo con el comienzo de la nueva estación, cada 21 de marzo se celebra el Día de la Poesía, en la que se manifiesta el vínculo que en nosotros une siempre al sentimiento con la razón, y que expresa con belleza en el lenguaje nuestro estupor ante el devenir de la existencia con sus constantes giros y transformaciones. La poesía es un universal que como la música puede ser apreciado por todos más allá de las diferencias políticas, étnicas o nacionales; en ella laten las más profundas simas de la naturaleza humana que nos son comunes: la pasión, la angustia, el anhelo de ser, la finitud, el amor... Por eso puede ser un medio de acercamiento y comprensión entre las diversas culturas, ideologías y países, y por tanto un vehículo de paz. Miguel Hernández declaró precisamente en forma poética: "Tristes guerras/ si no es amor la empresa. Tristes armas/ si no son las palabras. Tristes hombres/ si no mueren de amores". 

En los momentos en que escribo esto, asoma un rayo de esperanza en medio de las terribles noticias de la guerra de Ucrania: las negociaciones entre los contendientes, al parecer, avanzan hacia un posible acuerdo que posibilitaría el alto el fuego. Ojalá que no se malogren y podamos pronto asistir al final de una violencia absurdamente desatada y al retorno —en paz— de la vida que es propio de la primavera.

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