Opinión

¿Vivimos en una simulación?

En el año 2003, el sueco Nick Boström, profesor de Filosofía en la Universidad de Oxford, publicó un texto de doce páginas en el cual formulaba la llamada "hipótesis de la simulación", que plantea la posibilidad de que nuestra existencia no sea más que una figuración informática de alto grado diseñada por nuestros descendientes posthumanos dotados de una tecnología muy superior a la actual.

Este simulacionismo, que reduce toda realidad a una pura ficción, presupone que la humanidad no se extinga antes de dar lugar a una "raza" superior de transhumanos (posiblemente cíborgs), que, además, posean algún interés inexplicable en producir un mundo fingido a sus antepasados, los humanos. Todo apunta a que Boström, en su artículo no pretendía establecer firmemente la validez de este argumento, sino aprovecharlo para especular sobre temas filosóficos como el conocimiento, la realidad o incluso la ética, desde una posición novedosa y un tanto rompedora. 

Sin embargo, lo propuesto en este reducido escrito, que podría estar destinado en principio, a ser un paper universitario más, ha conocido un éxito inusitado. Hay que reconocer que el terreno ya estaba abonado de antemano por películas como El show de Truman (1998) y sobre todo Matrix (1999), de la que muy bien podría Boström haber obtenido la idea general de su argumentación, en combinación con su personal fe en el transhumanismo, o ideología que postula la superación de la humanidad actual por medio de la tecnologia (de hecho es uno de los cofundadores de la Asociación Transhumanista Mundial). 

Hay que reconocer que el terreno ya estaba abonado de antemano por películas como ‘El show de Truman’ (1998) y sobre todo ‘Matrix’ (1999)

Pero posiblemente el factor que más esté contribuyendo ahora mismo a la popularización de la hipótesis simulacionista sea su empleo como recurso literario en la novela de Hervé Tellier, La anomalía, que fue Premio Goncourt en Francia el año pasado y que también es un best seller en nuestro país.

Por otra parte, una reciente encuesta realizada a filósofos profesionales en países anglosajones revela que la gran mayoría de ellos son "realistas", es decir que piensan que, en términos generales, lo que percibimos y conocemos es real, y solo un pequeñísimo porcentaje apoya el simulacionismo tipo Boström. No hay ninguna prueba a favor de este, y parece más bien el argumento de una película o novela de ciencia ficción(como la propia La Anomalía) que una tesis filosófica seria; si bien hay que reconocerle un cierto interés especulativo y provocador del pensamiento, en la línea, por lo demás, de otros recursos utilizados por grandes filósofos a lo largo de la historia, desde la "caverna" del mito platónico en la que los humanos solo ven sombras ficticias, hasta el "genio maligno" de Descartes capaz de fingir un mundo y engañarnos cada vez que creemos estar en lo cierto, o bien la "simulación divina" de todo lo que vemos en Berkeley, para quien "ser es ser percibido" y no existe más que la mente o espíritu, siendo todo lo material una mera representación.

Como se puede ver, el simulacionismo actual es menos original de lo que parece: tan solo expresa en términos científico-técnicos de hoy en día una idea muy antigua: la sospecha de que el mundo visible y todo lo que hay en él pudiera ser tan poco real como un sueño. Frente a ello, no obstante, permanece siempre la cruda resistencia de las cosas y los hechos a nuestros deseos y ensoñaciones, despertándonos y obligándonos a reconocer su realidad.

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