Opinión

Moreno ha barrido en Andalucía

El éxito del líder del PP contrasta con el varapalo sufrido por Pedro Sánchez, que confirma que el PSOE ha perdido su feudo

HA SIDO un éxito indiscutible de Juanma Moreno y del PP. Y, por muchas lecturas que quieran hacer los socialistas, las elecciones andaluzas han supuesto un fracaso estrepitoso del PSOE de Pedro Sánchez. Un hombre que, desde la presidencia del Gobierno, ha profundizado hasta extremos insospechados en el hundimiento de su partido.

De la misma manera que en el éxito de Juanma Moreno se ha sumado el efecto Feijóo a la buena percepción que tienen la mayoría de los andaluces sobre el que ha sido su presidente durante los últimos años, a Juan Espadas le ha afectado seriamente el efecto Sánchez. Como se temía. Como al menos temían los socialistas que llevan años siguiendo con preocupación máxima la trayectoria política y de gestión del presidente de Gobierno.

Fue Sánchez el que eligió a Espadas como candidato, aunque voces destacadas del PSOE andaluz le advirtieron que el nivel de conocimiento del entonces alcalde de Sevilla era muy limitado en el resto de la región. Si a eso se añade que en los últimos meses la gestión de Sánchez y su Gobierno ha sido desastrosa, que no ha sido efectiva ninguna de las medidas que ha tomado para paliar los efectos de la guerra de Ucrania en el sector energético, que la inflación está disparada, que ha creado graves problemas internacionales con países que necesitamos que estén de nuestra parte, que varios sectores se sienten completamente abandonados por el Gobierno y que encima ha trascendido más allá de los muros de Moncloa las graves disputas entre ministros y el eterno tira y afloja entre los miembros de Podemos y del PSOE, estaba claro desde el principio que Sánchez pecaba de optimismo cuando aseguraba que superaría los 33 escaños que logró Susana Díaz en las anteriores elecciones.

Desde la Moncloa. Para mayor escarnio y falta de confianza en Juan Espadas, la campaña se le diseñó desde la Moncloa y bajaron a Andalucía todos los ministros para pedir el voto para el PSOE. Pero con el agravante de que la mayoría de los andaluces no tenían la menor idea de quienes eran aquellos ministros, ya que no se han caracterizado precisamente por tomar medidas ilusionantes.

Pedro Sánchez tendría que hacérselo mirar. Nunca el PSOE se ha encontrado en peor situación, y solo él es responsable del destrozo. Habrá que esperar ahora la reacción de los pocos dirigentes sensatos que quedan en el partido, barones regionales y alcaldes. Los miembros de la dirección socialista y de su comité federal no se caracterizan por expresar discrepancias en las reuniones de su órganos de gobierno, pero quizá ahora lo hagan ante el temor, ya certeza, de que Pedro Sánchez acumula un rechazo que no augura nada bueno, y puede echar por tierra las esperanzas de tomar las decisiones necesarias para que el partido remonte. Los altos cargos regionales y municipales están temblando porque el rechazo a Sánchez puede impedir la renovación de sus cargos en las elecciones autonómicas y municipales del próximo mes de mayo.

La situación para el PSOE es crítica. Ha perdido definitivamente su feudo, un feudo que aporta nada menos que 61 de los 350 escaños del Congreso, y este 19-J puede significar que el partido se queda sin posibilidad de ganar unas elecciones generales a corto o medio plazo.

Debacle. La debacle de la izquierda andaluza no se circunscribe solo al PSOE. Podemos ha sufrido un castigo de los que hacen historia. Ha perdido la mitad de sus escaños, lo que profundizará sus problemas con Izquierda Unida, y eso provocará que muchos ojos se dirijan hacia Yolanda Díaz, que ha pasado estos años últimos amagando con dar pero sin dar, y dedicándose más a potenciar su imagen personal que su proyecto político. Si es que tiene proyecto político, que está por ver. Sin embargo, ahora sí podría tomar la decisión de tomarse en serio su papel de dirigente político de izquierdas, mojarse, elegir compañeros de aventura y convertirse en líder, que hoy no lo es.

Montero y Belarra han sufrido un varapalo. En las anteriores elecciones Podemos fue en la misma candidatura que Teresa Rodríguez, pero no tardaron en aparecer las diferencias, tanto las políticas como las relacionadas con su visión personal del ejercicio político. Montero aprovechó una baja maternal de Rodríguez para expulsarla del partido, pero en lugar de amilanarse Teresa Rodríguez creó otro. Y su resultado ha sido digno, gracias entre otras razones a que se ha llevado muchos votos que antes habían sido de Vox.

VOX. Y Vox tiró de su figura parlamentaria más relevante, su diputada de moda, para nada. Macarena Olona se ha equivocado de medio a medio, se vio desde el principio. Su empecinamiento en dedicar su campaña a amenazar al PP con la exigencia de ser vicepresidenta si necesitaba un solo escaño de Vox la convirtió en una candidata a la que solo le importaba el poder, no los problemas de los andaluces.

Capaz de entregar el gobierno a la izquierda antes que colaborar para que Andalucía pudiera mantener a un dirigente de centroderecha que, sin ninguna duda, alcanzaría una importante mayoría. Olona ha hecho un flaco favor a su partido. La cosa ha salido regular tirando a mal. Ha mejorado el resultado anterior, pero Olona ha quedado lejos de lo que se esperaba de su candidatura.

Ciudadanos ha recibido una nueva pésima noticia. Se ha convertido en un partido que no levanta cabeza, y es difícil ya que la levante. El voto útil -apoyar al PP para que Moreno no se viera obligado a someterse a Vox- más la percepción de que no hay posibilidad de remontada en Ciudadanos, ha dejado a este partido en una situación imposible.

CAMBIO DE PASO. Las elecciones andaluzas cambian el paso en la política española, que ya había empezado cuando Feijóo sustituyó a Casado al frente del PP. La incógnita se centra ahora en ver si Sánchez ha tomado nota, si asume que él es el responsable de un declive del PSOE que parece imparable, y si cree que eso lo arregla con una crisis de ministros, como hizo hace un año. Crisis que no sirvió para nada, hoy Sánchez y su Gobierno están peor que antes.

Lo que toca ahora es esperar. Habrá que ver si los barones socialistas entran en escena, si Feijóo trata de dar la puntilla a Sánchez con una moción de censura aunque sea para perderla; si Olona cumple su promesa de renunciar a su escaño; si Abascal asume que el tremendismo ultra no gusta, sea de la derecha o la izquierda; si Yolanda Díaz toma el poder en Podemos o intenta convertirse en líder del PSOE… y habrá que esperar la reacción de Sánchez. Interpretará el resultado como quiera, pero ha recibido un importante varapalo.

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