Opinión

Con casco y en positivo

"Es otro Tino, se le han quitado hasta los complejos de Fernández", me decía este viernes mismo un amigo con tantas cuchilladas en el coleto que ya debería estar muerto. A los viejos maestros se les reconoce enseguida por este tipo de sentencias pero también por la sabia costumbre de afilar el bolígrafo con piedra de agua. "Hace cuatro años no se habría subido a una moto sin firmar varios seguros de vida, ahora podría pilotar un dirigible", remató.

Teníamos frente a nosotros una información de este mismo periódico en el que se podía ver al candidato socialista a lomos de la ‘TinoVespa’, el último invento motorizado de una campaña electoral que empieza a parecer el concesionario –o el desguace- de los Autos locos.

En realidad, el paso adelante que parece haber dado Tino Fernández se le podría atribuir a casi todos los paladines del PSOE, enfrascados durante años en una serie de guerras internas que a punto estuvieron de tornar la rosa en crisantemo, el rojo en luto. Es una de las consecuencias primeras de su holgada victoria en las pasadas generales: la restitución del orgullo perdido.

El socialismo ha recuperado parte de aquel empaque ochentero y sus líderes locales ya se atreven, incluso, con el sueño podemita de asaltar los cielos. En el caso concreto de Pontevedra, con un Miguel A. Fernández Lores en eterno estado de gracia, podrían conformarse con mucho menos.

Se le intuye a Tino una sana intención de cooperar, de ejercer como oposición al BNG pero sin estridencias, de aportar su pequeña piedra a la consolidación de un modelo de ciudad que solo disgusta a quienes no se sienten partícipes.

El fragor de las campañas conlleva una serie de contradicciones que los socialistas están tratando de esquivar con cierta sobriedad. No renuncian a subrayar en qué puede – y debe- mejorar la ciudad como motor de las aspiraciones vitales de sus habitantes, pero parece haber comprendido que la mejor manera de acercarse a los pontevedreses es alejándose de los discursos catastrofistas.

Hasta el momento, el PSOE se ha limitado a señalar problemas y ofrecer soluciones, esquivo a las batallas estériles y los personalismos, una actitud que podría depararle jugosos réditos. De todas formas, bien haría Tino Fernández en no quitarse el casco todavía: esto es política y nunca se sabe.

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