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Ni escuchar ni entender los mapas

"TODOS LOS hombres NO son iguales" rezaba el cartel. Formaba parte de la campaña organizada por el Gobierno de La Rioja para conmemorar el próximo Día Internacional de la Mujer pero ha sido retirado ante la avalancha de protestas que provocó su presentación. Al Partido Socialista le pareció del todo ofensivo y Podemos resaltaba, mediante varios mensajes en su cuentas oficiales, la clara intención inculpatoria del mismo. Los dos análisis me parecen acertados y sin embargo sospecho que se hace un flaco favor a la sociedad en general –y a las mujeres en particular– con la retirada del mismo. 

Merecemos saber quién es quién en el trepidante enredo del machismo, de ahí que este tipo de campañas, mezquinas y absurdas, nos ofrezcan una oportunidad inmejorable de observar el panorama con mayor perspectiva. Cierto es que no parece necesario pertrecharse con brújulas y aplicaciones vía satélite para situar a cada cual sobre el tablero pero tampoco está de más consentir esta suerte de auto retratos, esta especie de medallitas clasificadoras, como herramienta eficaz para detectar a los falsos aliados. 

Merecemos saber quién es quién en el trepidante enredo del machismo

Quizás todos los hombres lo somos un poco, ahora que lo pienso. Algunos nos mostramos más o menos comprensivos con la causa de la igualdad, otros incluso abrazan la militancia más activa, pero en todos se advierte un cierto aire de patriarca new wave más o menos adecentado. Nos cuesta horrores encontrar nuestro sitio en esta lucha porque parecemos incapaces de situarnos al lado de ellas, de las mujeres, como si genéticamente estuviésemos programados para situarnos delante o detrás, siempre en el lugar equivocado. Casi a diario nos encontramos con ejemplos de esta imposibilidad nuestra para aceptar otro papel que no sea el de ordenar desde la cabeza o criticar desde la cola. En muchos casos es imposible no advertir la mejor de las intenciones pero en casi todos subyace un cierto paternalismo que no contribuye, en nada, a revertir la situación.

Algunos corren a advertir que no todos los hombres somos iguales en cuanto ven a una mujer con una pancarta pero no somos pocos los que utilizamos el mismo argumento a la menor ocasión, como si exculparnos domésticamente fuese un modo eficaz de combatir el problema. La desigualdad existe, nos rodea en cualquier ámbito de nuestras vidas como los indios al General Custer y cómo él, demasiado a menudo, reaccionamos como auténticos gilipollas. "No es mi culpa que cobren menos", "no es mi culpa que las acosen sexualmente", "no es mi culpa que las maten a docenas"… No es mi culpa y, por extensión, no es la de nadie. No conozco persona, animal o cosa que esté en desacuerdo en la equiparación salarial o que justifique el asesinato pero lo cierto es que ahí están ambas realidades mirándonos a los ojos y preguntando: "¿Qué pasa, tío? ¿Quién es el responsable de esto?".

Echa uno mano de las encuestas demoscópicas y entre las mayores preocupaciones de la ciudadanía nunca aparecen las principales reivindicaciones de la mujer. Nos preocupa el paro, nos preocupa la unidad de España, el plurilingüísmo, la corrupción, el terrorismo, la inmigración y hasta la última crisis del Real Madrid pero nunca la brecha salarial entre hombres y mujeres, la violencia machista o el acoso sexual. Y con esas mismas prioridades acudimos a las urnas, que es el único y verdadero instrumento para cambiar las cosas. Y por eso nada cambia aunque nos parezca estar cambiándolo todo. 

No es de extrañar, pues, que un gobierno regional no tenga mejor ocurrencia que interpretar una suerte de "a mí no me miren" como contribución institucional a una fecha tan señalada. También parece un buen motivo para que un jefe de estado se atreva a despachar las preguntas más incómodas con un escueto "hoy no toca". Nunca toca ni tocará, sospecho, mientras las encuestas no establezcan una clara relación entre buenos y malos resultados electorales con más o menos políticas de igualdad: ahí está el detalle, ahí está la lucha.

Sucede con el Día de la Mujer lo mismo que con el día de los enamorados, el día del padre, el día de los teatros o el día de las ballenas jorobadas: que solo es un día. Es sencillo, incluso para el más reaccionario de los reaccionarios, disimular por un día y acudir a una manifestación con pancartas rosas, colocarse una chapita de I love Cona en la solapa, o escribir un pequeño alegato en el Facebook; lo difícil es estar a la altura de las circunstancias cuando realmente importa. Por eso unos señores –y también señoras- , elegidos democráticamente, se permiten el lujo de utilizar el dinero público para echar balones fuera y situar en el centro del debate a las voces más críticas del feminismo. Y por eso resultaría tan conveniente no prevenir ciertos tics de machito escaldado tan a priori.

Déjennos, alguna que otra vez, desenmascararnos solos. Permítannos que ciertas ocurrencias luzcan rampantes por toda la geografía nacional para que cada día sean más los concienciados sobre la dimensión exacta del problema. ¿Mejorar la educación, aumentar las medidas de protección, fortalecer a la justicia? Todas ellas me parecen medidas necesarias para combatir un drama que urge solucionar cuanto antes, todas ellas responsabilidades depositadas en manos de quienes nos gobiernan por sufragio universal a nivel municipal, autonómico o nacional. Pues claro que todos los hombres no somos iguales: algunos simplemente no escuchamos y otros, directamente, no entendemos los mapas. 

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