Opinión

Starsky y Puga

Paseábamos por la ciudad unos amigos cuando vimos aparecer la Rafaneta en el horizonte, como en un encuadre de Huston. A la food truck del Rafa Domínguez le sobran buenas intenciones pero le falta épica, o al menos eso pensaba yo hasta que vi abrirse una de las puertas laterales y emerger la figura de Gerardo Pérez Puga como un héroe de acción. “¿Va a saltar en marcha?”, me preguntó la periodista Susana Pedreira, visiblemente preocupada. “Esperemos que no”, contesté rápidamente. “Pero no descartes que sí”. Si hay un integrante de la candidatura popular que merecería el apelativo de ‘El Especialista’ ese es Gerardo, siempre dispuesto a asumir las escenas de mayor riesgo en beneficio del colectivo.

Por aspecto, Pérez Puga tiene más de Starsky que de Hutch, con unos outfits bastante molones cuando la ocasión le permite ir de sport, prisionero casi a diario de la elegancia propia del traje y la corbata, encorsetado en el aspecto de burócrata que exigen las entidades financieras a todos sus empleados. Sin embargo, su papel encaja más con el del policía reflexivo, pausado, de mirada entornada por encima de las gafas de sol, analista sin remedio. Lo conocí hace unos meses, por intermediación de César Abal, y me pareció uno de esos tipos que merece la pena tratar con independencia del arco ideológico en el que se mueva cada uno: simpático, inteligente, buen conversador, generoso… No es casual que Domínguez haya depositado toda su confianza en él para moverse por las parroquias, donde gustan este tipo de perfiles alejados del esnobismo propio de los urbanitas y los paracaidistas.

“Yo no sé cómo llegamos a los sitios pero llegamos”, bromeaba el candidato popular en una cena con los medios, hace unos meses, sobre las aptitudes de Gerardo al volante. Lo recordé al verlo encaramado a la puerta con aspecto de estar dispuesto a saltar sobre nosotros para salvarnos de algún cataclismo. “¿No te dejan conducirla”, le pregunté cuando el vehículo se detuvo y descendió Puga a la tierra como Zidane saltaba a los campos de fútbol: como un señor. Se acercó a mí, miró a un lado y a otro, y cuando se aseguró de que nadie nos escuchaba, contestó. “La cogí ayer, pero que no se entere nadie”. Y aquí estoy yo, demostrando que nunca se me ocurriría traicionar su confianza: no hay Starsky sin Hutch, ni esperanza sin Puga.

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