Opinión

Cosas en tiempos de crisis

Tanto razones como actuaciones en torno al coronavirus y las consecuencias que deje su estela, el tiempo clarificará aciertos y errores en su manejo así como la causa y efectos de esta terrible pandemia

CUANDO SE produce una crisis de cierta entidad, siempre surgen dificultades inesperadas muy difíciles de soportar para unos pero que pueden ser muy ventajosas para otros, e incluso para todos. Recordemos aquello de que lo que es un problema puede revertirse en una oportunidad, dependiendo de cómo se aborde y resuelva.

En el caso que nos ocupa tenemos una crisis sanitaria que se ha convertido en pandemia y que afecta a la economía y hasta al modelo social en sí mismo alterando las estructuras y dinámicas familiares y laborales, requiriendo abordar adaptaciones inmediatas en la legislación y también en pautas de comportamiento social que serían impensables hace apenas dos meses.

Entre las múltiples interpretaciones que se están dando a esta pandemia encontramos la consideración de pandemia global, primera guerra global por intereses geoestratégicos y económicos o incluso que se trata de la crisis económica y financiera global que nos venían anunciando causante de una recesión similar a la que provocó anteriormente situaciones tan precarias para la ciudadanía como la Reforma Laboral de 2012 y los recortes de bienestar social que han sumido a la población española en la desigualdad y la pobreza.

Lo cierto es que la clase empresarial reclamó rauda y veloz mejoras fiscales, rebajas en las cotizaciones a la Seguridad Social, flexibilizar despidos, promover ERES, mantener la Reforma Laboral intacta, que no se admitieran las sugerencias y protocolos que la Ministra de Trabajo intentaba llevar a cabo ante la necesidad de prevenir contagios en el trabajo y, como se ha constatado rápidamente, abordar con los empresarios y agentes sociales las múltiples repercusiones que Yolanda Díaz previó con agudeza y que afectarían también a los trabajadores dentro y fuera del ámbito de la empresa, tal como se ha visto que inevitablemente sucede ante un acontecimiento como el que supone el coronavirus.

Tanto razones como actuaciones en torno al coronavirus y las consecuencias que deje su estela, el tiempo clarificará aciertos y errores en su manejo así como la causa y efectos de esta terrible pandemia.

Muchos sectores económicos seguramente saldrán muy beneficiados mientras que para otros supondrá la ruina; lo mismo ocurrirá para la economía de algunos países e incluso, una vez más, producirá cambios entre las clases sociales.

De la crisis económica, (en realidad crisis financiera, o falsa crisis como la llamaron algunos), que habíamos superado recientemente la clase media quedó mermada y empobrecida; la pobreza dejó cifras de escándalo mientras la productividad de las empresas aumentó y su riqueza y la del capital especulador también, aunque no haya revertido en el país como los hechos evidenciaron. Sin embargo se creó un alto porcentaje de trabajadores pobres que difícilmente pueden cubrir sus necesidades básicas.

Los cambios a los que avocan las crisis pueden ser gestionados de diferentes maneras y con fines muy distintos. Y más aún cuando estamos ante un tema tan delicado como la salud y el uso que de ello se pueda hacer. En la historia tenemos ejemplos de las derivas en que una crisis puede acabar, desde la instauración de un control dictatorial de la población o un empobrecimiento generalizado hasta un cambio social que libere de la pobreza y la desigualdad.

La ralentización que supuso el coronavirus en China puso de manifiesto la increíble merma de la contaminación ambiental que tantas muertes causa. La contaminación y el cambio climático son dos problemas tan graves como esta pandemia y por ello sería bueno parase a pensar, ralentizar un poco e imaginar desde esta situación tan compleja, las posibilidades de transformar el turismo depredador en sostenible, reducir la contaminación y evitar problemas de desabastecimiento produciendo y consumiendo alimentos y bienes de proximidad, fomentar lo comunitario frente a lo invasivo, cultivar la empatía y compartir tareas y cuidados, valorar los servicios públicos como un bien esencial para la ciudadanía; en fin, valorar una sociedad en decrecimiento y rica en valores humanos.

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